(Texto íntegro de una historia que no encontró nunca un final. Ignoro en qué año fue escrita, pero quiero creer que fue en el período de 2008-2009).
Esta es la historia de una persona que al parecer se siente sola en el mundo, que las desgracias han sido tantas que ha perdido ya el deseo de seguir adelante, pero basta con que el destino dé sus giros acostumbrados, para que éste se percate de que no es el único en el planeta que padece los mismos desaires de la vida.
Cuando uno se siente lejos de su tierra, es cuando resiente más la tristeza, y al parecer todo lo que rodea a los personajes es enemistad total. Llanto y amargura, pero el silencio deja entrever que la tristeza es de uno solo, y eso es duro de creer y de aceptar.
Del amor surge el dolor y los reclamos, es imposible reconocer que la pareja amada pueda llorar las mismas lágrimas que la contraparte.
Es preferible volver a la soledad, pues resulta un fastidio el saber que estamos solos, aún cuando estamos acompañados, pero es imposible salir de esta jaula de oro, de fantasía. Esa persona ya no está aquí, es una verdadera locura seguir amando algo que no palpamos...es una locura.
El dolor que conlleva sentir nuevamente el amor es desesperante, pues sería ideal que ambas partes gozaran de él, pero una mitad dejó de existir.
Suicidio es la salida más común de este personaje. Soledad y abandono se conjugan en un mar de aparente calma.
Las estrellas revelan lo que ha de acontecer, por eso es que las aprecia cada noche, en espera de ver alguna caer, pero no sucede.
¿Para qué quejarse si ya todo está dicho? El destino es cruel, y la vida pesa demasiado como para soportarla.
El deseo de morir, pero permanecer ahí es sin igual, como un árbol, como el más extraño de los árboles, pero de pie, sin miedo a enfrentar nada, pero quiere evitar cualquier sentimiento.
El mar y su oleaje, hace creer que la vida es un vaivén de emociones, y que lo que antes fue, ya no estará. Urge limpiar nuestra mente del pasado.
Reniegas de todo lo que alguna vez te apoyó, olvidas que un día tuviste un nombre y alguien fuiste, te dejas vencer.
Pero quizás no es que ocultes tu origen, es simplemente que te cansas de que la gente no piensa como tú, y eso es muy asfixiante.
Alguien me hace recordar lo que soy, pero me niego a aceptarlo.
Sólo la muerte es capaz de comprender las penas, ella sabe lo que me depara el destino, y me niego a cambiar de ambiente.
-¿Has visto caer una estrella fugaz?- solía preguntarle con frecuencia, cada noche de ser posible que podian estar juntos, y olvidarse un poco de vivir, para dedicarse al difícil arte de sentir.
-Pocas, pero sí, siempre lo preguntas, ¿esperas que algún día te cumpla lo que quieres o qué?-.
No era eso, Eric sabía de antemano lo que él quería decir. Sus preguntas se limitaban a salir un poco de la acostumbrada realidad, que muchas veces fastidiaba, pero que el tono irónico que acostumbraba emplear cuando estaba con Melissa era el mismo que ella amaba, al grado de soportar la infinidad de teorías absurdas que Eric solía debatir.
-Cuentan muchas cosas sobre eso de las estrellas, mi deseo es que tú estuvieras aquí, ¿qué más puedo pedir?...Aunque, no sé, tal vez pediría empezar algunas cosas que me arrepiento de haber hecho...No quiero volver a equivocarme.
Quizás aprovechando la cercanía que se tiene con el cielo estrellado, era el momento más oportuno para ser realmente él, sin máscaras, sin antifaces que asombraban a más de uno que lo conocía, pero que el dolor de llegar a casa y ser realmente uno mismo, era intolerante en verdad.
Poco más de dos años de haberse conocido, Melissa y Eric habían sostenido una relación con numerosos altibajos, como en todas las relaciones suele ocurrir, sin embargo, con el pasar de los días, Eric sentía la necesidad de estar solo, ensimismarse con cualquier cosa que lo rodeara, y sin que le importara en lo absoluto, que Melissa tan solo lo acompañara por la gran preocupación que sentía por él.
Era este recuerdo el que más lo unía a su otra mitad, sin embargo en esta ocasión, el reposo que sostenía sobre el techo de su casa para admirar las estrellas, era sólo para él, para la persona egoísta en que se había convertido conscientemente. No importaba nada, sus románticas ideas que lo habían guiado hacia los brazos de esa hermosa joven, eran las mismas ideas que cavaban su propia tumba, repleta de enemistad y amargura que destilaba por cada poro de su piel.
Esa noche, Eric se desligó del mundo por completo, más de una docena de llamadas perdidas le hacían compañía a su ya gastada mentalidad de soñador, y no creería hasta dónde le conduciría esta noche sin estrellas fugaces, y sin su Melissa, quien se moría de desesperación por la reacción tan brusca que tuvo su amado, luego de una aparente discusión entre ellos, que más tarde resultaría ser no una disputa, sino un encuentro con la verdad de uno mismo, o al menos para Eric, encuentro que lo llevó al pozo de la desesperación sin fe, averno en el que habitan miles de seres humanos hoy en día y sin saberlo.
-No lo busques por el momento, déjalo solo, es bueno que esté así- le instaban a Melissa sus amigas de antaño, las mismas que aquella visitaba sólo cuando tenía problemas con Eric, por lo que la relación entre amistades y pareja sentimental, se trataba de una fiera batalla que nunca pudo inclinar la balanza hacia ningún lado, aunque fuera la cama de Eric, en donde Melissa había sembrado infinidad de lágrimas y aprendido otro tanto de caricias.
-De verdad que no sé qué le pasa, me dice que se siente solo, y por más que le digo que no lo está, que yo estoy con él, no me entiende, y empieza a decir tonterías- explicaba la joven a sus interlocutoras, sin la menor esperanza de ser comprendida, sabía que lo que ellas más deseaban era una ruptura inmediata con ese ser a quien ella tanto afecto tenía, pero que de igual forma la lastimaba.
La medianoche había llegado ya, y la espalda de Eric le exigía que bajara del techo cuanto antes, y recostara su cuerpo sobre algo acolchonado, pues el cansancio y el hastío ya se habían apoderado de él.
"Me gusta mucho mirar el cielo por las noches, tratar de escuchar lo que las estrellas te dicen, y llenarte de energía", era la acostumbrada explicación de este joven de 26 años, de oficio obrero, y que había cortado la raíz de muchos sueños que dejó inconclusos por temor a salir victorioso.
-Si nadie viene a buscarme, es porque a nadie le intereso, y eso significa que lo que hago es correcto- decía para sí, este prospecto a escritor, que denunciaba infinidad de asuntos con su pluma cual espada, pero por preferir el anonimato, y creer que las oportunidades siempre llegan sin buscarlas, había llegado a esta frustración, que lo desterró de su tierra, de su familia, con tal de seguir el deseo de su corazón...o de su egoísmo quizás.
"¿Qué pensará mi familia por lo que haré? ¿Será un trago amargo?
Su imagen ya no tenía vida a través del espejo donde acostumbraba mirarse, el único hálito de existencia que podría sentir era cuando recordaba a Melissa justo detrás de él, abrazando su cuello, y fundiendo ambas miradas en una sola,...más sólo se trataba de un reflejo, algo irreal que aprisionabaal soñador en un laberinto sin salida.
Dicen que cuando una idea se aferra a la mente de uno, sólo otra es capaz de desterrar aquella, pero cuando llega un momento en que las ideas terminan de fluir, es cuando el vacío se apodera del alma, y es entonces cuando la muerte aparenta ser la única salida, al menos una apariencia resulta ser para los que ven el panorama desde otra perspectiva, sin embargo, quienes lo palpan como Eric, el dolor y sufrimiento es algo que ahoga, pero resulta necesario para poder respirar.
-Me gusta mucho que tengas sueños y que luches por ellos- era lo que Melissa siempre había admirado de él, y lo decía, situación que incomodaba mucho al idealista pues supo fingir con su amada, la persona que nunca había sido y que nunca debió haber conocido.
-Tienes que mirarte a tí mismo, como tú quieras, no son sueños, es visión nada más- acostumbraba contestarle a la hermosa joven de escasos 19 años y estudiante de medicina, quien siempre tuvo la intención de apoyar a Eric, pese a las diferencias sociales e ideológicas que los separaban, y que sin embargo sólo conseguían fortalecer momentáneamente su relación.
Cansado de vivir en su propia esfera de ensueño y recreación, Eric arrancó su alma desde la raíz, aislando por completo su razón de ser, y abriendo paso a un hombre vacío, con el alma agujerada porque él así lo había permitido.
(Hasta aquí se dio por finalizado el escrito. Ignoro los motivos, así como también ignoro el objetivo inicial de esta historia).
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