jueves, 14 de julio de 2011
Semblante del líder en plena derrota
Sabía perfectamente lo que estaba haciendo, sin embargo sólo él conocía sus artimañas, pues pese a que contaba con el favor popular, desde hacía mucho tiempo que olvidó realmente quién era, y a dónde se dirigía. "No creo que nadie se entere de la verdad", solía decir para sí, al momento que sostenía la poca esperanza que tenía, con una mirada vacía y sin sentimiento, la misma mirada que pedía a gritos una liberación inmediata.
Su cabeza estaba en juego, nadie podía brindarle la ayuda que él necesitaba, porque nadie lo había puesto ahí, la ambición nada más, y el deseo de poder eran los únicos responsables de este fatídico avance en sus logros. Olvidó su misión inicial, y con el temor a cuestas fingía combatir lo que el pueblo le solicitara, aunque se trataba nada más de un juego, un montaje ideado para ocasiones como ésta. Los engaños brotaban por todas partes, y la verdad comenzaba a sobresalir poco a poco; su imagen dejaba de ser atrayente para los más necesitados, al contrario, se convertía en un ser despreciable, que indefectiblemente tendría que caer.
¿Qué sentiría en este mismo momento? Tal vez se sienta traicionado, que de hecho así es, son dos puñaladas en la espalda, que le han provocado severas heridas, de las que no podrá recuperarse, y que son tan grotescas que ni siquiera sus amigos se atreven a curarlas. "Desesperación sin fe", fue una frase acuñada por el escritor ruso León Tolstoi, y que cuadraba con nuestro personaje a la perfección: vanidoso, soberbio y ambicioso, que contó en su momento con el favor de muchos, pero sin considerar que si la fe mueve montañas, es la envidia la que derrumba paisajes enteros, tal y como aconteció con ese paisaje que él se había imaginado brindar a sus seguidores, pero ¿cuáles? Llega un momento en que sus ideas pierden validez, y debe dar, no un paso, ni dos, sino toda una vida en retroceso, para llegar al origen del error, pedir perdón y nunca haber estado en el mismo lugar que ocupó.
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