sábado, 30 de julio de 2011

Danza bajo el sol

(Fotografía de elistas.net)

Tras la huella de la serpiente emplumada

Fue un encuentro que tarde o temprano tenía que suceder. Ahí estaban ellos, era evidente que no pertenecían a esta tierra, no sólo su vestimenta los delataba, sino también la actitud que sus rostros reflejaban. Un semblante de coraje, como de quien se enfrenta a la muerte.
Las miradas no herían sus cuerpos, ni tampoco les impedía el paso. Era impresionante verlos caminar. Admirar los tocados de plumas que portaban sobre la cabeza y jugueteaban con el viento, era como imaginar que un día fuimos aves y que teníamos la capacidad de volar.

Inicia el llamado
Totekayolztin "el que porta la voz", toma entre sus manos un caracol marino y sopla en él, como simbolizando el sonido del viento, dando inicio a la ceremonia, en pleno Centro Histórico de Matamoros.
Jacobo Estrada Millán es el verdadero nombre de Totekayolztin. Se muestra orgulloso de formar parte de esta herencia cultural que le ha sido transmitida por su familia, sin embargo, no niega el dolor que le provoca el saber que para muchos de sus compatriotas, la historia de México es una historia que yace en el olvido.

Danza misionera
Por eso mismo, es que se han atrevido a salir a las calles, para hacer un llamado de conciencia a todos los mexicanos, y no solamente aquí, pues la agrupación Quetzalcóatl ha logrado traspasar fronteras llegando incluso a bailar en tierras del viejo continente.
Lo increíble de esta misión es que hasta la fecha no existe apoyo alguno para solventar los gastos, y ha sido la misma agrupación quien a base de cooperaciones voluntarias, ha salido adelante con su proyecto cultural.
Una labor difícil donde no sólo ellos son los que padecen, también la familia que se abandona por un tiempo forma parte del sacrificio realizado.

Tradición y antecedentes
Benjamín Estrada Chávez, "Huehuetéotl", que significa "El más viejo", sigue bailando a sus 78 años de edad. Es el responsable de que Jacobo considere la danza como el propósito de su vida; sin duda la figura que Jacobo ha de venerar por los días que le quedan: su padre.
Proveniente de Toluca, estado de México, el grupo Quetzalcóatl, al que Jacobo pertenece, ha promovido por más de 65 años el arte de la danza prehispánica, como una serpiente emplumada, que donde quiera que va, deja huella tras de sí.
El destino es quien dirige al grupo actualmente, pues todos los integrantes se someten a él y por eso es que llegan a lugares que nunca imaginaron visitar, como es el caso de Matamoros.
Aunque al principio hubo contratiempos en cuanto a los permisos, al fin obtuvieron los necesarios para realizar sus presentaciones. Ocho días son los que han permanecido en la ciudad, y esto ha sido más que suficiente para que la gente ya los reconozca y pregunte acerca de su trabajo.
Jacobo se siente halagado por la respuesta del público y sabe lo que están provocando: olvidarse un poco de las preocupaciones, aunque sea sólo por un momento.

Lo que incita a continuar
Una moneda, un aplauso y el apoyo moral son imprescindibles para poder sobrevivir.
El sonido del huehuétl corre por las venas cada vez que lo escuchamos, son los latidos del corazón.
La danza refleja el movimiento de todo lo que nos rodea, desde la imitación de un animal hasta el propio movimiento de la Tierra. Todo tiene un por qué.

Haciendo historia
En 1985 sucedió algo relevante en la historia del grupo. Se tuvo la oportunidad de que realizaran un viaje a Austria, en el Viejo Continente, y donde acudieron a Viena la capital, con el fin de hacer una petición un poco fuera de lo común.
Existe en un museo de la capital austriaca, una joya de la cultura mexicana como lo es el penacho del emperador Moctezuma. Lo que el grupo pedía era el apoyo del pueblo asutriaco para que la reliquia volviera a pisar suelo mexicano. La respuesta del pueblo europeo no se hizo esperar, y fue del agrado de muchos el motivo que estos hombres llevaban consigo.
Lamentablemente, este tipo de situaciones no se solucionan con buena fe y grandes ideales, pero los danzantes aún persisten en la lucha.

Hacia donde los lleve el destino
No existe el miedo entre ellos, ni siquiera hacia la muerte. Respeto y cariño es lo que les inspira. Es pasar a una vida más armoniosa, donde no hay envidias, no hay fronteras.
Que la gente respete más su raza, sus raíces y su cultura. He aquí los objetivos de los que bailan. Y aquí también se muere el sonido, se acaba el movimiento. Las plumas ya no semueven con el viento, sólo quedan los recuerdos y la imagen de aquella danza bajo el sol.

(ota publicada en el Periódico El Bravo de Tamaulipas el día 28 de julio del 2006, con fotografía original de Efraín Reyes Montemayor).

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