“A río revuelto, ganancia de pescadores”. Refrán popular.
Por: Don Vasco
Opresión en todos los aspectos, reprimendas a quienes se atreven a defender sus derechos, extorsión, corrupción en altos niveles de gobierno y un estado que ha fallado en brindar la seguridad que los ciudadanos requieren para generar un progreso colectivo, es el fiel panorama de la situación actual que se vive en México, país donde la democracia en sí, no resultó ser más que una contradicción.
Lo que se obliga a creer
Sin remontarse a los antecedentes históricos que el término “democracia” encierra, muchos ciudadanos hoy en día responden que el valor del término reside en que todos poseen voz y voto, y que el sufragio es justo, veraz y confiable, y que por lo tanto, México es demócrata porque gobierna el candidato que el pueblo elige. Así de simple.
Pero dista mucho el significado del vocablo, de lo que realmente se lleva a la práctica, pues el “gobierno del pueblo para el pueblo” es una mentira de las más ruines, que está llevando a que el preciado territorio nacional, sea saqueado a raudales, por quienes se dicen representantes legítimos de la ciudadanía.
Democracia para unos cuantos
En términos generales, el término “democracia” se empleó en la antigua Grecia, y se sabe que fue el filósofo Platón quien le dio forma al mismo. Platón aseguraba que todos los ciudadanos tienen el mismo peso en las decisiones que afectan sus vidas, esto es, en la manera en que habría de gobernarse un país.
Cabe hacer mención que no todos se jactaban de poseer la ciudadanía griega, pues mujeres, esclavos, y hombres no aptos para la guerra, no podían aspirar a convertirse en ciudadanos, y por ende, su opinión no importaba en absoluto.
Aunque tal vez resulte un poco fuera de lugar la comparación, cualquiera pudiera atreverse a decir que en México acontece una situación similar en lo que a democracia se refiere. Y no porque se discrimine por un lado a las mujeres, cuya participación en la vida política va cada vez más en aumento, ni a la esclavitud que nuestra Constitución condena, y mucho menos a la discapacidad de cualquier índole. La comparación, o diferencia mejor dicho, estriba en que si en la antigua Grecia, sólo una minoría carecía de capacidad de sufragio, en nuestro país, es la minoría, denominada como clase política, la que malversa el voto ciudadano, usando al pueblo haciéndoles creer que se dirigirá al país por senderos apropiados, y al final el gobierno del pueblo, sólo es un término acuñado de manera momentánea. Los dirigentes políticos de hoy en día sólo se acercan al pueblo para sus propios intereses. La misma historia lo ha constatado.
¿Democracia en México?
La democracia en México siempre ha sido una mentira. No ha existido, ni podrá existir jamás, pues el pueblo nunca ha podido ejercer su voto con pleno derecho. Y no es que el pueblo sea exigente, o que quiera estar a la espera nada más de lo que el gobierno pueda darle. Al contrario. Como ciudadanos, se tiene el derecho a exigir empleo digno, así como vivienda digna también. Oportunidades de educación superior, u oficios. No es una utopía desear que en un país, todos los hombres y mujeres que lo habitan, tengan una profesión, ya sea como técnicos, o con titulación universitaria. Sería lo más deseable, pero no acontece así. Y es la misma constitución la que avala estos derechos que cualquier ciudadano puede exigir.
Por supuesto que así como hay derechos, hay obligaciones. Eso es más que comprensible, pero la deuda que el estado mantiene hacia la población, sobrepasa por mucho, la obligación que uno como ciudadano, debe mantener hacia nuestros gobernantes.
Ciudadanía como medio para lograr un fin
Ciudadanía y democracia son términos que se mezclan a la perfección en época electoral, pues ante la ley, todo residente en el país, mayor de 18 años, y que haya nacido en suelo mexicano, es reconocido como ciudadano. Pero el “ciudadano”, sólo interesa cuando porte su identificación oficial de elector, se dirija a una casilla, y ejerza su derecho al voto. Una vez culminada la acción, ahí termina su ciudadanía, pues deja de interesarle al estado, como bien lo han demostrado infinidad de candidatos electos, que dejan de ser los personajes populares que fingieron ser en un principio, para convertirse después en burócratas que viven a expensas del erario público. Por más escabroso que resulte esta afirmación, es una realidad.
¿Dejar de ser mexicano?
Según nuestra carta magna, nadie puede perder la nacionalidad, de hecho, hasta el delito de traición a la patria, no se encuentra tipificado como tal en la constitución, y por ende, nadie puede dejar de ser ciudadano mexicano, por más delitos que haya cometido. Para ello, existen los llamados Centros de Ejecución de Sanciones, anteriormente Centros de Readaptación Social, para que los “ciudadanos” que hayan delinquido paguen su deuda con el estado. En los Estados Unidos de América, sí se han dado casos en que personas que han cometido delitos de consideración, llegan a perder su ciudadanía. En México, la misma ley que condena a los delincuentes, es la misma que los protege.
Evolucionar o morir
No es de extrañar entonces, que urgen modificaciones “” a nuestra ley mexicana. Tal es el caso de la ya tan cuestionada Guardia Nacional, agrupación a la que “deben” enlistarse los ciudadanos. Es una obligación de los mexicanos pertenecer a ella. Aunque desde el año 1857, aparece en una de las cláusulas, nadie sabe ni qué es la Guardia Nacional, ni para qué sirve, y mucho menos quién la dirige. Pero no por ello deja de ser una obligación.
En los artículos 36 y 38, también se expone una contradicción que nunca ha sido tomada en cuenta por los legisladores. En dichos artículos se habla de la suspensión de la ciudadanía a quienes no se inscriban en un catastro de la municipalidad, donde se debe dar cuenta de la propiedad u ocupación. Por decirle de otro modo, actualmente, quienes no cuentan con propiedades, o con un oficio en particular, su ciudadanía mexicana queda en suspenso hasta que la autoridad lo decida. Situación que hasta donde se tiene conocimiento nunca se ha llevado a la práctica.
Pueblo vs mal gobierno
Otro asunto que pone en duda la aplicación de la democracia en nuestro país, es la destitución de los gobernantes por propia elección del pueblo. “Que la Nación me lo demande”, reclama la Constitución, pero aunque el pueblo demande menos corrupción y mayor seguridad para un mayor bienestar, el estado prefiere hacerse de “oídos sordos” como popularmente se dice, y como ya no necesita del pueblo que alguna vez lo enalteció, pues éste puede seguir demandando lo que desee, al fin y al cabo, en México, la democracia, no es el gobierno del pueblo, sino del que “está arriba”.
Los pocos intentos de revocación de mandato que han sido conocidos no de manera oficial, acaban siempre como simples manifestaciones, y lo que legalmente se posee como un derecho de la ciudadanía, termina como una simple exigencia del pueblo hacia su representante político. O muchas de las veces, el pueblo cae en las redes del soborno. “Ayúdame que yo te ayudaré”, así rezan los políticos en sus campañas, y con ese slogan dominan a quienes aspiran a un empleo, escuela, o simplemente alguna dádiva momentánea. Una vez más la democracia ve manchada su esencia.
En diversos estados de la República, se ha manifestado el pueblo contra sus líderes, exigiendo sean investigados por sus posibles nexos criminales, o por nepotismo, o ya en caso extremo, por su falta de agallas para gobernar, y en la mayoría de los casos, por no decir que en todos, la “voz ciudadana” no tiene ningún poder, no pesa ante la impunidad. Aunque la ciudadanía tenga derecho a manifestarse, no se garantiza que lo que exigen pueda concretarse. Y eso es una flagrante violación a nuestra Carta Magna, que estipula el derecho que como mayoría se posee, para retirar de su cargo a quienes no cumplen con su deber. Si la tierra es para el que la trabaja, la ley es del que la aplica, nada más.
El otro lado de la moneda
Si la clase política pudiera defender la democracia en México (o si quisieran al menos), dirían que estas líneas son un error, producto de algún iletrado y poco conocedor de nuestras leyes, pues la democracia es más que evidente en el Congreso de la Unión, donde día a día se debaten, a “elección popular” las modificaciones la Constitución.
Resulta comprensible que no todos los ciudadanos del país, ingresarán a recintos públicos y ejercerán su voto ante tal o cual ley; para ello eligen representantes, cuya función primordial es interceder por quienes representan, aterrizando recursos federales a sus estados respectivos, y ¿por qué no?, enriquecerse a manos llenas y de manera no muy discreta del erario público, pues es poco el tiempo que se mantiene el estatus, y no hay que dejar de lado el lema de la escuela: “Un político pobre, es un pobre político”.
“Es muy fácil opinar, si no se está en nuestros zapatos, y donde tienes que mantener contentos a numerosos sectores de la sociedad”, podría referir alguno de los señalados, y aunque cabe la posibilidad de que tenga cierta razón en su defensa, no le resta la responsabilidad u obligación de servir a sus conciudadanos, no de servirse a sí mismo, y con “cuchara grande”. Eso no es democracia. Es abuso, prepotencia.
Más allá de un simple voto
Democracia es hacer valer nuestro derecho a elegir. No se puede decir que un país es demócrata sólo porque permite a sus ciudadanos que vociferen o exijan. Es el resultado el que importa.
Resulta inadmisible que nuestro Poder Ejecutivo, sea cada vez más influenciado en sus decisiones relevantes por líderes sindicales, o por empresarios cuyas riquezas contrastan enormemente con la calidad de vida promedio de los mexicanos. Y todo es por mantener ciertas relaciones e intereses, que mantienen al poder, en el poder.
Los acuerdos que nunca llegan
Y si a esto se le agrega que la dirección del país, depende de los acuerdos a que se lleguen entre el presidente manipulado, legisladores con intereses propios, y el sistema judicial mexicano, que cada vez se hunde más en el abismo de la corrupción, huelga decir el futuro que le espera al denominado en su momento “Cuerno de la Abundancia”.
¿Podría hablarse de democracia en un país cuyos miembros pertenecientes a minorías religiosas, o de etnias autóctonas se abstienen de votar? ¿Porque no ha sido posible llegar a acuerdos reales con estos sectores de la sociedad, y que sea considerado su voto como el de cualquier ciudadano, que no por pertenecer a los grupos en mención, pierden sus derechos como tales? No existe democracia en un lugar que intenta acercar a los pueblos indígenas a la “civilización”, a sabiendas de perder todo un legado de tradición histórica y cultural. Solamente porque el estado ve a los ciudadanos, como votos nada más. No interesan. Salvo su voto. Por eso es que se dice que muchas veces no conviene gobernar un pueblo pensante. La clase política ama la ignorancia, porque es maleable y fácil de dirigir.
Mejora en la educación
Aquí se toca otro tema de interés dentro del marco demócrata que se intenta exponer en estas líneas: la educación. Como ciudadanos, miembros de una sociedad, tenemos derecho a una educación de calidad que el Estado debe aportar de manera gratuita en su nivel básico.
Obligatoria, laica y gratuita, como dicta nuestro artículo 3º, y mismo que ha sido blanco de numerosas injurias que no se tratarán en este momento, como serían las cuotas escolares que se cobran al inicio de cada ciclo, que no es el Estado quien impone este reglamento “intra muros”, sino la sociedad de padres de familia que impera en el plantel.
Siempre se ha mantenido la educación pública en México, al margen de cualquier connotación religiosa, aunque destacan los casos de intolerancia, donde alumnos reclaman su derecho a estudiar, pese a profesar religiones que no permiten la veneración de los lábaros patrios, por un lado, mientras que por el otro, la decisión de los directivos de sancionar con la expulsión definitiva a los estudiantes que no sigan el protocolo de respetar los símbolos nacionales como la bandera y el himno.
Sindicalismo y retroceso
Actualmente el rezago educativo en el país, ha sido motivo de alarma para los pedagogos, quienes han defendido a capa y espada una reforma educativa, misma que debería pasar por el filtro de los estatutos demócratas, pero que grupos “fuertes”, como son los sindicatos se niegan a revisar siquiera, pues sería el final de quienes viven a costa de cuotas sindicales y de apoyos que el Gobierno Federal destina para mejora de la educación, y que rara vez se ven avances considerables en este rubro.
Pocas oportunidades de empleo
De igual manera, un sistema donde la democracia se hace valer, avala el hecho de que cada ciudadano merece un trabajo digno, en referencia a que no atente contra su integridad como ser humano. La realidad en nuestro país, va mucho más allá. Cada vez más se respira en el ambiente la frustración colectiva de quienes teniendo título bajo el brazo, son contratados en empleos poco estables e incluso informales, con salarios que rondan entre los cuatro mil, y seis mil pesos al mes. Salarios que también se les otorga a personas que sólo lograron culminar su educación media superior. No existe una distinción entre quienes terminan la preparatoria y quienes cuentan con una licenciatura o ingeniería. Es deprimente la situación. Hasta hace unas semanas, el propio presidente de la Nación, instó a los jóvenes para que optaran por carreras técnicas, pues éstas tendrían una mayor demanda dentro del mercado laboral, no así los licenciados, que se enfrentarían al egresar, con el triste panorama de que no hay oportunidad de empleo.
También merece especial atención la seguridad en el trabajo, y el servicio médico, y un salario que pueda solventar los gastos que se generan en un modo de vida decente, nunca precaria.
Las condiciones en que aún se labora en muchos lugares del país, son muestra inequívoca de que algo no se está cumpliendo, algún estatuto no se está respetando, y que la democracia no está resultando como aparentó ser en un principio. No prestaciones, salarios miserables y jornadas extenuantes, dan pie a que el ciudadano común y corriente se pregunte, si para eso se empleó su voto.
Empezar por uno mismo
Aunque resulte difícil de aceptar, cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Si la democracia ha fallado en México, si los gobernantes no han sido destituidos de sus puestos, y las pocas oportunidades que se tienen de salir adelante son cada vez más distantes, ha sido porque la ciudadanía se halla en un status de confort. Quiere otros líderes, pero no se organiza para elegirlos. Quiere mejores condiciones en el trabajo y en el hogar, pero no aporta propuestas novedosas. Así seguirá la vida en el país hasta que no se tome la decisión de despertar.
No se trata en absoluto de promover una anarquía, un golpe de estado ni mucho menos. Sin duda que un pueblo educado, equivale a decir que un pueblo cuenta con desarrollo económico, y su tasa de delitos no es tan alta como en otros lugares donde se aminora la importancia de la educación.
Todos los ciudadanos mexicanos merecen una educación. No es la falta de infraestructura el principal obstáculo a vencer, es el deseo de servir. El Estado nunca se ha interesado en preparar triunfadores. Esto se ve reflejado en la denominada fuga de cerebros: jóvenes brillantes y con futuro prometedor en lo que a investigación se refiere, pero que se ven obligados a salir de su país natal, en busca de apoyo económico. Porque a la democracia del país, sí le interesa la educación, pero sólo en los niveles no muy altos. En los niveles donde es posible seguir imponiendo esa mentalidad donde las cosas así son, así deben ser, y así se deben de quedar.
El acceso a la educación no debería limitarse a ciertos sectores de la población. La globalización cada vez permite los estudios a distancia. Mientras que el país decide donde edificar más planteles, la calidad de los docentes deja mucho que desear, y el mundo restante aplica estudios en línea, donde el equipo y asesoría es aportación del Estado.
Punto a considerar, entre quienes aspiran a que sea un sistema equitativo y justo el que tome las riendas del país, y no el de la sucia democracia que según se dice, dirige la nación.
Situación complicada
México está entrando en una etapa de su historia que difícilmente podrá ser olvidada por quienes la viven en carne propia. Ciudadanos que eligen líderes non gratos, profesionistas sin esperanzas de encontrar empleo, corrupción que se destila por doquier. Muchos han perdido la esperanza de que esto finalice algún día. Otros creen que es sólo una mala racha, que culminará el día de las elecciones, cuando el poder reinante, acabe su mandato, y permita el ingreso de la oposición. Los demás no tienen fe, ni en lo uno ni en lo otro. Sólo buscan sobrevivir.
El país requiere de gente comprometida. Pero, ¿dónde encontrarla, si cada año se incrementa la cantidad de jóvenes entre 14 y 29 años, que abandonan los estudios, y no logran encontrar un empleo estable? ¿Qué compromiso habrá entre quienes van sin rumbo por la vida, sin personas mayores, padres o tutores, que les aconsejen al menos sobre la importancia de la educación?
Esta no es la democracia que nos hace estar orgullosos de nuestro país. La ciudadanía no exige nada más. También desea aportar. Para eso está la democracia, para que el pueblo tenga voz ante los gobernantes. Lo malo de la democracia en el país, es que se trata sólo de un paliativo. Es algo que se le hace creer a la gente que existe, para que siga viviendo como lo ha estado haciendo. Para que no proteste, para que siga bajando la cabeza y permitiendo que gobiernos desechables abusen de forma autoritaria contra sus derechos ciudadanos.
Gobiernos sin ética ni moral
De que faltan políticas públicas en México es un hecho. Pero los gobernantes no desean hacerlas, porque no interesa. Ellos están bien. La clase política se encuentra bien. Es la opulencia contra la carencia de la mayoría. Es la paradoja de la vida. Es buena la pobreza, no se pretende erradicarla, mucho menos condenarla. Lo que se intenta demostrar con este escrito es que el término democracia, nunca se ha aplicado en nuestro país. El hecho de votar, no decide el rumbo de un país. Basta conocer los intereses que lo rigen. En este caso es la impunidad y la corrupción. Sexenios atrás han demostrado que México es un país donde “no pasa nada”. Pueden explotar los recursos naturales que el territorio posee, justo frente a nuestras narices, y no pasa nada. Pueden olvidarse nuestros gobernantes de que un día se les eligió para que intercedieran por las necesidades de la población, y no pasa nada. Podemos tener un representante nacional que se jacta de haber creado más y mejores empleos en toda la historia nacional, en contraste con la realidad de empleos mal remunerados y poco estables. Y aun así, no pasa nada.
No se pretende alertar a la población. Tampoco se intenta generar apatía, ira o tristeza hacia un sistema político que enarbola el estandarte de la democracia, pero sólo como medio para alcanzar un fin. La realidad habla por sí sola.
Urge reconstruir el tejido social, y hay que ofrecer condiciones equitativas de desarrollo. Esa es la democracia a la que se aspira. Democracia es igualdad. En México no la hay. Para lamentación de muchos que aspiran a un ideal.
No es de extrañar que la población se encuentre al borde de un estallido social. La búsqueda de la democracia está gestándose apenas en el país. Otros países ya han pasado por esta etapa en su historia, y la democracia real, la democracia equitativa y justa, ha salido airosa. Pero se requiere la unión. El pueblo se está cansando. No es posible que quienes son elegidos como la esperanza de desarrollo, son a fin de cuentas quienes traicionan la fe de quienes los apoyaron. No es posible que nuestra Carta Magna sea el documento más manipulado, para obtener favores como la impunidad para los “altos mandos”.
Basta esperar a que el grito de guerra empiece a escucharse en el pecho de cada ciudadano. El pueblo está dispuesto a llevar a cuestas las consecuencias de sus actos. No hay nada por qué temer.
(Constancia de participación en el Décimo Segundo Certamen de Ensayo Político, organizado por la Comisión Estatal Electoral Nuevo León. 16 de diciembre del 2011).
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