(noticierostelevisa.esmas.com)
- ¡Caldegón! ¿Estás ahí?
Agustín no lo soportó más, y mordió de inmediato la suculenta torta que traía entre manos, misma que no había podido degustar, pues tenía la extraña costumbre de observar su comida atentamente justo antes de engullirla. Era algo así como su devoción…aunque haya rumores de que se trata más bien de su perdición.
(lacorrupcion.wordpress.com)
Por su parte, Felipe, molesto por el llamado a su puerta (pues eran las tres de la tarde, hacía cuatro horas que había salido de su trabajo) arroja el libro “Qué hacer” de su afamado colega y se dirige a la puerta.
- ¿Sí? ¿Quién es?
- Caldegón, soy yo, Cgisty…
El pobre de Agustín, casi se asfixia con una de las cuatro carnes que su torta contenía, al escuchar esa melodiosa voz, como proveniente del Viejo Mundo. Algo conocido había en ese tono, y no eran precisamente las dulces palabras de ese dibujo animado que tanto admiró de niño, Pepe Le Pw.
Calderón, extrañado interroga al visitante sin siquiera atreverse a mirar, temía que fuera un grupo de manifestantes, o tal vez integrantes de la Corte Penal Internacional (CPI):
- ¿Cu, cu, cuál Cristy…? Si viene a buscar a Margarita, ella no está, me dejó aquí en la casa…ella tenía unos compromisos…
- Caldegón, ¿de qué estás tú hablandó? Soy Cgisty…Lagagde…
Agustín cayó en la cuenta de que venían por él. Finalmente, la francesa Cristina Lagarde, aceptaría el contubernio que existió tras su elección como presidenta del Fondo Monetario Internacional (FMI), y entregaría la batuta de tan prestigiado organismo a quien fuera en su momento, responsable de la Secretaría de Economía en nuestro golpeteado país.
Se irguió sobre su espalda. Quitó la servilleta de su cuello, y con ella cubrió su enorme platillo, que bien hubiera calmado el hambre de una familia mexicana no muy numerosa.
-¡Cristina Lagarde! ¡Qué gusto, verte por acá!- la recibió Agustín, mientras que el pobre de Felipe, asustado tras la puerta, abrazaba su Sagrado Corazón y entonaba un rezo.
(senderodelpeje.com)
-Señor, permíteme informarle que es la señora Lagarde- le anuncia Agustín a su ex patrón, en voz baja,- la de los “billetes”.
De inmediato se incorpora el buen Felipe, y como bien le habían enseñado en sus colegios, saludo a su colega europea con beso en ambas mejillas.
- Pásale, Cristina, estás en tu casa…- invita el interesado de Agustín.
- Miguen, no tengo mucho tiempo, así que segué bgeve…¿les paguece bien?
- Claro, no hay problema- responde Felipe, al momento que cierra la puerta, y la obstruye con una enorme cruz de madera, con una inscripción grabada en su tronco vertical, aunque ya borrosa, pero se alcanza a leer una cifra de un cinco y cuatro ceros…- Usted, dirá, mi Cristinita…
Para entonces Agustín ya preparaba su maleta con ropa, y revisaba, (silbando “La vie en rose”) la validez de su actual pasaporte, tan entusiasmado estaba el pobre, hasta que Cristina se atrevió a hablar:
-Segugo, que ya saben que he recoguido toda Eugopa, solicitando el apoyo de algunos países paga sacag a Ggecia de…
- Sí, sí, que anda usted haciendo labor de “boteo”, ¿verdad?- interrumpe Felipe.
- ¿Pegdón?
(laventanaindiscretadejulia.com)
- Lo que el señor presidente quiere decirle, Señora Lagarde, es que sabemos de su entusiasmo por apoyar la economía griega; es también de nuestro conocimiento que usted ha alertado a varias naciones para apoyar en estos momentos de crisis- defiende Agustín, también conocido como el Doctor Carstens, aunque él prefiere nada más que le digan: “dotor”.
-Pog eso vine aquí a México… a veg si están en posibilidades ustedes de ayudag.
Ruidosa y espeluznante fue la carcajada de Felipe de Jesús, al escuchar tan intrépida solicitud.
(losneoinsurgentes.blogspot.com)
- ¡Cállese, señor!, - le increpa Agustín.
- ¿No escuchaste, Agustín? (Aún riendo) ¿Cómo se le ocurre venir a pedirnos dinero, si no está viendo las cosas, caray? ¿No leerá el periódico o qué onda, mi buen?
Observando Cristina la absurda reacción de Felipe, se atreve a preguntarle:
- ¿Algún pgoblema, Caldegón?
- Mira, Cristina, te voy a ser bien sincero, la verdad es que aquí estamos de la chi…
Agustín pierde la compostura, y toma al desdichado de Felipe por el cuello, y lo lleva a unos cuantos pasos de Cristina.
- Permítame, señora, no me tardo…- se excusa Agustín.
- Doctog Cagstens, si puedo diguigigme con usted, sólo dígame…
- ¡No, como cree, él es el jefe todavía, sólo deme un segundo!
Cristina se encoge de hombros, y toma el libro abierto que había dejado Felipe en su silla presidencial, misma que ocupa la invitada, mientras recorre algunos pasajes del panfleto.
(lapolitica.mx)
- No sea tonto, señor, ¿qué le pasa?...
- Perdón, Agustín, es que me volví a echar otras copitas por aquello de…
-Eso no interesa ahora, mire…¿Quiere ver al encopetado llegar a su casa el año entrante, o prefiere ver a su amado Cordero…?
- Buena pregunta…aunque ninguno de los dos me…
(mexico.cnn.com)
- Bien, bien, no nos adelantemos. Aquí está su futuro, señor presidente. Hoy es cuando puede usted pasar a la historia.
- ¡Agustín, el pueblo no tiene ni para comer, qué voy andar ayudando a los griegos, hombre!
- El pueblo no tiene para comer, pero usted y yo sí, qué nos cuesta quedar bien con los europeos, éstos, ¿eh? Chance hasta al Obama nos ganamos, recuerde que ya nos ha llamado la atención, y varias veces…
- Está bien…¿cuánto traes?
- Deme un minuto y hago unas llamadas para verificar mi estados de cuenta, ¿le parece?
- Pues yo también, deja le hablo a Mague, que es la buena para los números.
(ehui.com)
Mientras este diálogo acontecía, y lejos de aburrirse, Cristina reía a carcajada suelta, leyendo el texto del originario de Agualeguas, Nuevo León, que ahora ya se autoproclama el salvador de las economías.
-Mague, Margarita, ¿me oyes? ¿Dónde andas?...¿dónde? ¿Y hasta allá llega la señal! ¡Condenado Carlitos, salió bueno para los negocios de telefonía, oye, Mague, este, me podrías hacer un préstamo?...Es que llegó Cristina, ¿te acuerdas de ella? No…no esa es la del programa de Miami, la otra, la de Francia, ¿qué ya no te acuerdas? ¡Ándale, la de los perfumes! ¡Esa mera! Pues anda pidiendo lana, dizque para ayudar a los griegos…Ajá…¿y no te sobra algo por ahí? Pues de perdido para no quedar mal…¿Cuánto? ¿Millón y qué…? Está bien, deja le digo…
Cristina se incorpora de la silla presidencial, aún con el libro en manos.
- Si quiere quédese con el libro, ese ya lo había llevado en la escuela- dice Felipe.
- ¿Y bien? ¿Podrán apoyag a la comunidad eugopea?- cuestiona mientras saca un enorme bote de quién sabe donde.
- Pues sí, pero sólo puedo darle poco- se excusa Felipe, al momento en que le insinúa al oído la cantidad.
- No impogta, Caldegón, lo que guealmente queguemos es que todos apoyen…Mil ggacias.
-Señora, Lagarde, a mí también me agradaría apoyar la causa- interviene Agustín, con maleta en mano, mochila a su espalda, y un manojo de currículums en una carpeta- pero es necesario que la acompañe a las instalaciones del Fondo Monetario, usted sabe, cuestiones de seguridad, no me gusta que me vean con dinero en las manos…
- A mí tampoco- dice Felipe.
Con cara de disgusto, Cristina se acerca a la puerta de salida y se dispone a contestar el teléfono.
(maspormas.com.mx)
- ¿Alló? Ah, Misteg Obama, ¿cómo está usted? Yo bien, pog acá haciendo labor de “boteo”, ¿cómo ve? No, cómo cgee, a usted jamás lo molestaguía con estas cosas, misteg…Ajá…en México…Ajá…muy bien, yo les digo de su pagte claro, hasta pgonto…au revoir.
Preocupados, Agustín y Felipe por la llamada recibida, sólo observan las reacciones de Cristina Lagarde.
-Ejem…Agustín y Felipe, lamento infogmagles que ya se pudo cubguig la deuda que Ggecia tenía…pego me infogman que lo que ustedes tenían destinado al apoyo, se les tomagá en cuenta como pagte de su deuda extegna…
- Y…¿no podrá esperarnos un poco más? Sirve y le juntamos otro poquito, total, es cuestión de subir alguno que otro impuesto y ya- solicita Felipe.
-Lo lamento, Caldegón, no está en mis manos,…¡ah! Me piden que te avise, que Joaquín anda molesto contigo, ¿también le debes o qué?...que te conectes al Skype…
(esmas.com)
Cabizbajo, Felipe saca su laptop del escritorio, y sin levantar el rostro se dispone a entablar conversación con un molesto Joaquín, alias “El Chaparro”, amigo íntimo del entristecido funcionario, quienes pese a su edad, aún gustan de entablar fuertes contiendas de gotcha en todo el país, pero con balas de verdad.
- Por mi parte, ¿sí podré acompañarla, señora Lagarde?- insiste Agustín.
Mirándolo de pies a cabeza, pregunta la presidenta del FMI:
- ¿Cuánto pensabas apogtag, Agustín?
- Pues nada más esto, señora…- escribe en un papel.
- ¡Ahggg, deja de llamarme señora! – pero justo cuando toma el recado y lee el contenido su rostro cambia por completo.
- Tú puedes llamarme como se te dé la guelagada gana, gogdito- insinúa mientras coloca el papel dentro de su sostén, y abraza efusivamente a Agustín, quien retorna de inmediato a recoger su torta de cuatro carnes, y sin despedirse siquiera de Felipe, se enlaza con Cristina en trance amoroso, digno de ser contado en las historias venideras.
Felipe, por su parte, y con el tono ya característico del Skype, espera que su llamada sea contestada, y sólo se limita a brindar por su extrañado y ya ausente Agustín.
Fin
-
miércoles, 30 de noviembre de 2011
"...Revolución...es..."
...1810...se planeó una independencia, se soñaba la libertad. Sacerdotes, mentes dóciles y unos cuantos palos de madera nos otorgan la esperanza de que finalmente cayeran las cadenas que nos oprimían desde hace 300 años.
Hasta aquí todo parece perfecto, sin embargo esta historia aún no ha terminado, o al menos no se vislumbra un pleno resultado. Injusticias siempre han existido, lo mismo que hombres empuñando un ideal y muriendo con él. Nuestra historia, dirán muchos, es bella y digna de reconocerse; quien dice o piensa así es que desconoce los pormenores de nuestro pasado no tan pasado, pues todavía nos movemos en una época estancada y sin miras a un progreso...mientras continuemos durmiendo.
Tuvieron que pasar 100 años soportando lo mismo por lo que habíamos combatido, para darnos cuenta de que la dependencia en sí, nunca existió. Seguíamos dependiendo de la minoría, de los aristócratas, de los extranjeros. Seguíamos viendo injusticias por doquier, y nuestras voces no se escuchaban. ¿Qué era entonces lo que faltaba? La respuesta todos la sabían: era sangre, pero nadie hacía nada, y los que algo intentaban desaparecían sin dejar rastro.
Se escucha entonces un nombre: el general Porfirio Díaz, quien tomó las riendas del país por espacio de 30 años. Tiempo suficiente para que lograra disfrazar al país, dando la imagen de un lugar pacífico y seguro...y en efecto lo era, pero lamentablemente sólo para ciertas personas.
Fue Díaz quien se empeñó en "afrancesar" al pueblo, olvidando una parte importante en el desarrollo del mismo: la clase trabajadora. Podría decirse que se llegó a un nivel cultural muy alto, pero estadísticamente hablando, 9 de cada 10 personas vivían sin un futuro prometedor y mucho menos digno.
No es de extrañarse que esto aún esté latente en nuestros días. La clase popular sigue siendo la misma. No hay salarios justos, no hay seguridad social, ningún derecho ni leyes protectoras. Se nacía para sobrevivir, no para soñar; se vivía para trabajar y nunca para progresar. Por supuesto que hubo protestas por parte de los oprimidos, mineros y obreros que clamaban justicia y era ese mismo grito del que obtenían sangre, cárcel y muchas veces la muerte.
Corría el año 1908, cuando las palabras del general Díaz resonaron como incitando a la lucha y al derrocamiento del tirano en la mente del pueblo. Su mensaje consistía en afirmar que el país atravesaba una época donde la democracia hacía valer su voz, y que se estaba preparado para un "cambio" en todos los aspectos, político principalmente. Esta fue la gota que derramó el vaso. Se sintió la libertad de elección, de llevar al país por otros caminos, de arriesgar y sobre todo de salir adelante.
Es ahí mismo donde se da la creación de numerosos partidos políticos que ansiaban terminar con el gobierno del general Díaz e implementar la democracia, el sueño de toda nación libre.
Los grupos variaban, pero los objetivos tenían mucho que compartir: que los impuestos fueran justos, que se respetaran las etnias, desligar a la iglesia de la educación y sobre todo la no reelección de los gobernantes. Importante papel jugó la prensa en ese entonces, de hecho fue un aliciente para despertar conciencia política en el pueblo, de manera chusca a veces, pero siempre dando la esperanza de un mejor mañana.
El llamado estaba hecho, tanto la libertad como la democracia estaban presentes en los anhelos de muchos; sin embargo la realidad era muy distinta, ya que los únicos caminos existentes conducían sin más a la reelección del general Díaz. Todo fue un teatro bien montado, la silla presidencial no cambiaría de dueño, pero la astucia de Díaz era tal, que nos había hecho creer que podíamos elegir el gobierno que quisiéramos.
Surge un rebelde dirigiendo el Club Antireeleccionista, Francisco I. Madero, contando con el apyo de mucha gente, y pese a que se intentó apagar su voz, ni la misma cárcel impidió que su mensaje llegara hasta lo más profundo del pueblo, hasta el más mínimo filamento de sensibilidad de todo aquél que quisiera luchar, no por él mismo, sino por los que vendrán.
Haciendo caso omiso a las protestas se declara la reelección de Porfirio Díaz para el período de 1910-1916.
Madero huye de la cárcel de San Luis Potosí y se dirige a los Estados Unidos, donde redacta el "Plan de San Luis", documento donde desconoce el valor de las elecciones, donde pregona la no reelección y donde se adjudica el poder presidencial, pero sólo de manera temporal, hasta nuevas elecciones e invitando al pueblo a levantarse en armas contra el abuso y el engaño del que fueron objeto.
La fecha: 20 de noviembre de 1910. Surgieron disputas a lo largo y ancho del país, primeramente en los estados de Puebla y Chihuahua. La situación era muy tensa, por un lado la sangre corría a manos llenas, y por otro, un hombre disfrutaba nuevamente el poder. Nada nuevo para nosotros.
Los nombres de Villa y Zapata se convirtieron en estandarte, en ejemplos a seguir hasta la misma muerte si era necesario, mientras que en Chihuahua, Madero establecía su gobierno provisional.
A lo largo de la historia, las revoluciones comienzan desde abajo, en este caso de la tierra, donde la opresión y la injusticia se confabulaba con lo inhumano, creando así un infierno terrenal. Es aquí en esta tierra, donde el que grita sabe por qué lo hace, se sabe qué es lo que quiere, y ya era suficiente. Fue increíble sentir la hermandad, el sufrimiento se compartía, se era una nación propiamente dicha pero aún existía división. Se auguraba una larga lucha que bien valía la pena. Se logra finalmente un cometido, la renuncia del general Díaz, y es aquí donde inicia otra historia, peor que la anterior y la misma que todavía nos rige. Un lugar vacío, una nación furiosa y sin ley...o al menos ésta se desconoce. ¿Quién aceptaría un paquete de esta magnitud? La respuesta está en el aire.
Una luz se cernió sobre el país. La democracia había triunfado, Madero era el héroe, el libertador. Su llegada a la presidencia se comparó a la esperanza hecha realidad. Por fin la paz reinaría en el país, pero ¿por cuánto tiempo?
Se pensó que las cosas se enfriarían, pero no sucedió así. Inclusive, los levantamientos ahora se hicieron en contra de Madero. Los mismos rebeldes que iniciaron la lucha, ahora combatían entre sí, y esto es entendible, puesto que los intereses siempre serán distintos y nunca se estará conforme con lo que se tiene.
La ambición por el poder se dejó sentir. La sola idea de gobernar un país sumido en la pobreza e ignorancia resultaba atrayente para un sinnúmero de personas, principalmente para los más allegados al presidente; la amistad tenía un alto precio. En este caso, Victoriano Huerta, conspirando en contra de su presidente, lo obliga a renunciar para después cobardemente asesinarlo. El pueblo no era tonto y sabía lo que en realidad está pasando. A pesar de los vacíos en su mandato, el nombre de Madero será sinónimo de voz contra un tirano, el despertar de un pueblo, y el inicio de una nueva era.
El afán con que Huerta quería darse a conocer era evidente, algo pasaba en el poder, se veía rígido, militarizado. Imaginemos la situación en cuestión: ni siquiera los mismos políticos estaban a salvo, pues muchos de los que renegaron del nuevo dirigente, inevitablemente tenían que morir, ya no había lugar para gente rebelde e idealista. Lo que menos deseaba Huerta, eran contrincantes, así que poco a poco fue eliminándolos. Hasta sus más cercanos colaboradores los mantenía a distancia.
La historia se repite sin cesar, y surge en el estado de Coahuila un nuevo líder: Carranza. Este, como muchos otros, otorgaron a la Constitución un lugar preponderante en la guía del "nuevo país" y como Huerta no la valoraba, tampoco el pueblo, según Carranza, tenía el derecho de reconocer a Huerta como su máximo dirigente.
No hace falta numerar cuáles eran los objetivos de este nuevo grupo opuesto al gobierno. Básicamente era lo mismo que años atrás: quitar a uno, postular a otro y que se quede aquél, siempre ha sido así y seguirá siendo así, es nuestro destino, pues lamentablemente es lo que queremos.
Era la Constitución de 1857 la que regía al país, Carranza se ocupó de ello impidiendo alguna que otra intervención extranjera; puntos a su favor, pero no los suficientes como para ganarse la confianza de una nación entera.
Seguían las discrepancias entre los mismos constitucionalistas, pues una vez derrocado Huerta se marcaron mucho más las diferencias entre carrancistas, villistas y zapatistas.
Nunca hubo entendimiento entre Carranza y Zapata, los polos opuestos de la moneda, de la sociedad tal vez. Zapata sólo aspiraba a la justicia, pero entendiéndola como algo abstracto y fuera de nuestro alcance, sólo deseaba una justicia en el campo, veía en la tierra la esperanza tan anhelada, el desarrollo del hombre en sí mismo...eso era lo que él mismo entendía por aquello de "Tierra y Libertad".
Los antes compañeros ahora tomaban rumbos distintos. Quizás el poder cegó a Carranza de sus objetivos iniciales, o la verdad, es que nunca le interesó el bienestar del país, pero digamos que se olvidó un poco de lo referente al campo y la repartición de tierras, que eran el motor de los levantamientos tanto de Villa como de Zapata.
Estaría de más decir lo visionario que fue Carranza al rehacer la antigua constitución y adaptarla a los tiempos venideros. Y es este mismo documento el que ahora se conserva desde aquella época: 1917, 60 años después que su antecesora. Preguntémonos entonces y reflexionemos, si no hará falta una nueva constitución, nada de reformas ni cosas por el estilo, tirar al pasado lo escrito y elaborar algo nuevo.
La ley siempre ha perseguido los mismos fines, la novedad estriba en que éstos nunca se alcanzarán, porque no es conveniente. A un gobierno no le conviene que el pueblo sea educado ni que piense por sí mismo, sería como ahorcarse con la soga que uno mismo teje.
Desde luego que la constitución no a todos favorece, a unos porque tienen y a otros tantos porque carecen de lo que creen tener.
Nadie es monedita de oro como popularmente se dice, y en efecto así sucedió con Carranza, ya que estando por terminar su mandato dio muestras de ser un individuo carente de principios, pues actuó de mala fe al proponer un candidato para la presidencia del país, y si se puede decir, obligando al pueblo entero de apoyarlo. Nada lejos de lo que ahora acostumbramos llamar como "dedazo".
Tal actitud provocó un rechazo en el pueblo, principalmente en el estado de Sonora, donde se comenzaba a escuchar el nombre de Álvaro Obregón, posible sucesor de Carranza, razón de más por la que éste último retirara su total apoyo hacia ese estado en particular, violando de esta manera la misma constitución que con tanto esmero había restablecido.
Volvemos de nueva cuenta al tema de traición y muerte, aunque quizás en este caso se justifica, pues se quita un gran obstáculo en el camino a la democracia como lo era el mismo Carranza. Se estableció la paz por unos momentos con la llegada al poder de Obregón: es aquí donde inicia una época distinta. El país se regiría usando la constitució como norma suprema.
Se respiraban atmósferas de fuerza espiritual tremendas. La misión ahora era levantar al país de los golpes tan duros que había recibido años atrás. Lo importante era comenzar y se hizo de muy buen modo. La educación, el campo, los obreros, todo era primordial para tomar las riendas de un país que se levanta de sus ruinas y que se empeña en progresar. México se abrió al mercado internacional; fue una época dorada en la política de la Nación.
Luego con Calles se continúa la utopía de un México culto, educado y justo. Fue este mismo dirigente quien hizo la famosa reforma de reelección presidencial, siempre y cuando esta no fuera sucesiva, con miras a que Álvaro Obregón fungiera como lo que había sido: el único hombre capaz de sacar a la nación de las tinieblas.
El resultado fue más que obvio, Obregón subiría al poder por segunda ocasión. Sin embargo, y como era de esperarse, surgió la preocupación de aquellos grupos que tenían mucho que perder si se implementaba un gobierno "honrado", manifestando de inmediato su desaprobación con el asesinato del general. Una bala que representó ese deseo mezquino de las clases pudientes, de seguir en el mismo lugar en el que ahora se encuentran. Aburrida historia, nada confusa, pues todo lleva a lo mismo: poder, ambición y sobre todo traición. Se termina con Ávila Camacho el régimen de los generales e inician los períodos civiles con Miguel Alemán en 1946.
Revolución Mexicana, he ahí nuestra historia, no podemos cambiarla, pero sí aprender de ella. Carece de nombre la situación que actualmente vivimos. Se nos han estado ocultando muchas cosas, nos angustia el hecho de hacer algo sin saber cómo empezar. Casi la mitad de mi corta vida, me ha carcomido la duda de saber por qué estamos como estamos. No busco culpables, no los hay. Todos y cada uno de nosotros somos responsables de la vida que nos toca vivir.
Hace diez años nuestro país cayó en un pozo del que aún no ha logrado salir. Nuestro mundo se está cerrando cada vez más. Nosotros, como jóvenes, como mayoría, debemos hacer algo cuanto antes. No promuevo una anarquía, pero sinceramente creo que llegó la hora en que tenemos qué evolucionar cueste lo que cueste. El pueblo merece algo digno, algo humano.
Vivir al día, con un empleo que no nos satisface al cien por ciento porque no hay más de dónde escoger, porque decimos que no se nos brindó la oportunidad de salir adelante, porque se nos mantiene con los ojos vendados hacia una verdad que nos lastima y que a todos nos compete. Corrupción es la ley que nos ampara. Vicente Fox terminó con el partido de la minoría, esto es histórico, pero más histórico aún, sería el que nos ayudáramos unos a otros como lo que somos: una nación con sueños de libertad y de justicia.
Es realmente triste el ver en los distintos medios de comunicación que nuestra situación va empeorando, que muchos de nosotros, por la falta de esperanza quizás, vamos en busca del famoso sueño americano sin saber lo que encontraremos detrás y la mayoría de las veces, sin poder alcanzarlo. O cuando vemos esa multitud de niños que hacen de la calle su único vehículo de aprendizaje, encontrando refugio en las drogas, el pandillerismo, la prostitución...y todo esto existe, lo vemos a diario y no movemos un dedo siquiera, no tanto para remediar, sino tan sólo por ayudar. Estamos hartos de eso que llamamos impunidad, de que la ley tenga prioridades, de que se aplique sólo a quien no tiene con qué defenderse. Es injusto todo esto. Religión, política y narcotráfico, todo es lo mismo, todos quieren el poder, el dinero, el estatus. Nada existe en este lugar, nuestra mentalidad se limita a saber si comeremos en el transcurso de un día, o si estaremos con vida al siguiente. Ya no hay tranquilidad. No es necesario leer la historia para saber lo que una dictadura significa; la estamos viviendo en carne propia. Continuamos siendo el único y más importante medio de manutención de los que algún día nos gobernaron. Seguimos llenando los bolsillos de aquellos que deciden cuáles leyes nos favorecen y cuáles no.
Actualmente se muere por idealista, por pensar en un futuro prometedor, para uno mismo, y para todos. Olvidemos la historia, nada de lo que nos dicen es verdad. No hubo independencia, no hay revolución. La única historia es hoy: luchar por lo que se cree. El vivir bien es un derecho que tenemos como seres humanos. Alcemos nuestra voz, unamos fuerzas y acabemos de una vez por todas con todo esto. No existe un futuro, como tampoco un pasado. Imaginar que hoy es el último día de nuestra existencia, haciendo algo por nosotros mismos y muchas cosas cambiarán, empezando con lo que es justo, y más tarde por lo que es la libertad..."
(Segundo lugar en el "II Certamen de Ensayo sobre la Revolución Mexicana", organizado por la Presidencia Municipal, Secretaría de Educación, Cultura y Deporte Municipal en H. Matamoros, Tamaulipas. 27 de noviembre del 2003)
Hasta aquí todo parece perfecto, sin embargo esta historia aún no ha terminado, o al menos no se vislumbra un pleno resultado. Injusticias siempre han existido, lo mismo que hombres empuñando un ideal y muriendo con él. Nuestra historia, dirán muchos, es bella y digna de reconocerse; quien dice o piensa así es que desconoce los pormenores de nuestro pasado no tan pasado, pues todavía nos movemos en una época estancada y sin miras a un progreso...mientras continuemos durmiendo.
Tuvieron que pasar 100 años soportando lo mismo por lo que habíamos combatido, para darnos cuenta de que la dependencia en sí, nunca existió. Seguíamos dependiendo de la minoría, de los aristócratas, de los extranjeros. Seguíamos viendo injusticias por doquier, y nuestras voces no se escuchaban. ¿Qué era entonces lo que faltaba? La respuesta todos la sabían: era sangre, pero nadie hacía nada, y los que algo intentaban desaparecían sin dejar rastro.
Se escucha entonces un nombre: el general Porfirio Díaz, quien tomó las riendas del país por espacio de 30 años. Tiempo suficiente para que lograra disfrazar al país, dando la imagen de un lugar pacífico y seguro...y en efecto lo era, pero lamentablemente sólo para ciertas personas.
Fue Díaz quien se empeñó en "afrancesar" al pueblo, olvidando una parte importante en el desarrollo del mismo: la clase trabajadora. Podría decirse que se llegó a un nivel cultural muy alto, pero estadísticamente hablando, 9 de cada 10 personas vivían sin un futuro prometedor y mucho menos digno.
No es de extrañarse que esto aún esté latente en nuestros días. La clase popular sigue siendo la misma. No hay salarios justos, no hay seguridad social, ningún derecho ni leyes protectoras. Se nacía para sobrevivir, no para soñar; se vivía para trabajar y nunca para progresar. Por supuesto que hubo protestas por parte de los oprimidos, mineros y obreros que clamaban justicia y era ese mismo grito del que obtenían sangre, cárcel y muchas veces la muerte.
Corría el año 1908, cuando las palabras del general Díaz resonaron como incitando a la lucha y al derrocamiento del tirano en la mente del pueblo. Su mensaje consistía en afirmar que el país atravesaba una época donde la democracia hacía valer su voz, y que se estaba preparado para un "cambio" en todos los aspectos, político principalmente. Esta fue la gota que derramó el vaso. Se sintió la libertad de elección, de llevar al país por otros caminos, de arriesgar y sobre todo de salir adelante.
Es ahí mismo donde se da la creación de numerosos partidos políticos que ansiaban terminar con el gobierno del general Díaz e implementar la democracia, el sueño de toda nación libre.
Los grupos variaban, pero los objetivos tenían mucho que compartir: que los impuestos fueran justos, que se respetaran las etnias, desligar a la iglesia de la educación y sobre todo la no reelección de los gobernantes. Importante papel jugó la prensa en ese entonces, de hecho fue un aliciente para despertar conciencia política en el pueblo, de manera chusca a veces, pero siempre dando la esperanza de un mejor mañana.
El llamado estaba hecho, tanto la libertad como la democracia estaban presentes en los anhelos de muchos; sin embargo la realidad era muy distinta, ya que los únicos caminos existentes conducían sin más a la reelección del general Díaz. Todo fue un teatro bien montado, la silla presidencial no cambiaría de dueño, pero la astucia de Díaz era tal, que nos había hecho creer que podíamos elegir el gobierno que quisiéramos.
Surge un rebelde dirigiendo el Club Antireeleccionista, Francisco I. Madero, contando con el apyo de mucha gente, y pese a que se intentó apagar su voz, ni la misma cárcel impidió que su mensaje llegara hasta lo más profundo del pueblo, hasta el más mínimo filamento de sensibilidad de todo aquél que quisiera luchar, no por él mismo, sino por los que vendrán.
Haciendo caso omiso a las protestas se declara la reelección de Porfirio Díaz para el período de 1910-1916.
Madero huye de la cárcel de San Luis Potosí y se dirige a los Estados Unidos, donde redacta el "Plan de San Luis", documento donde desconoce el valor de las elecciones, donde pregona la no reelección y donde se adjudica el poder presidencial, pero sólo de manera temporal, hasta nuevas elecciones e invitando al pueblo a levantarse en armas contra el abuso y el engaño del que fueron objeto.
La fecha: 20 de noviembre de 1910. Surgieron disputas a lo largo y ancho del país, primeramente en los estados de Puebla y Chihuahua. La situación era muy tensa, por un lado la sangre corría a manos llenas, y por otro, un hombre disfrutaba nuevamente el poder. Nada nuevo para nosotros.
Los nombres de Villa y Zapata se convirtieron en estandarte, en ejemplos a seguir hasta la misma muerte si era necesario, mientras que en Chihuahua, Madero establecía su gobierno provisional.
A lo largo de la historia, las revoluciones comienzan desde abajo, en este caso de la tierra, donde la opresión y la injusticia se confabulaba con lo inhumano, creando así un infierno terrenal. Es aquí en esta tierra, donde el que grita sabe por qué lo hace, se sabe qué es lo que quiere, y ya era suficiente. Fue increíble sentir la hermandad, el sufrimiento se compartía, se era una nación propiamente dicha pero aún existía división. Se auguraba una larga lucha que bien valía la pena. Se logra finalmente un cometido, la renuncia del general Díaz, y es aquí donde inicia otra historia, peor que la anterior y la misma que todavía nos rige. Un lugar vacío, una nación furiosa y sin ley...o al menos ésta se desconoce. ¿Quién aceptaría un paquete de esta magnitud? La respuesta está en el aire.
Una luz se cernió sobre el país. La democracia había triunfado, Madero era el héroe, el libertador. Su llegada a la presidencia se comparó a la esperanza hecha realidad. Por fin la paz reinaría en el país, pero ¿por cuánto tiempo?
Se pensó que las cosas se enfriarían, pero no sucedió así. Inclusive, los levantamientos ahora se hicieron en contra de Madero. Los mismos rebeldes que iniciaron la lucha, ahora combatían entre sí, y esto es entendible, puesto que los intereses siempre serán distintos y nunca se estará conforme con lo que se tiene.
La ambición por el poder se dejó sentir. La sola idea de gobernar un país sumido en la pobreza e ignorancia resultaba atrayente para un sinnúmero de personas, principalmente para los más allegados al presidente; la amistad tenía un alto precio. En este caso, Victoriano Huerta, conspirando en contra de su presidente, lo obliga a renunciar para después cobardemente asesinarlo. El pueblo no era tonto y sabía lo que en realidad está pasando. A pesar de los vacíos en su mandato, el nombre de Madero será sinónimo de voz contra un tirano, el despertar de un pueblo, y el inicio de una nueva era.
El afán con que Huerta quería darse a conocer era evidente, algo pasaba en el poder, se veía rígido, militarizado. Imaginemos la situación en cuestión: ni siquiera los mismos políticos estaban a salvo, pues muchos de los que renegaron del nuevo dirigente, inevitablemente tenían que morir, ya no había lugar para gente rebelde e idealista. Lo que menos deseaba Huerta, eran contrincantes, así que poco a poco fue eliminándolos. Hasta sus más cercanos colaboradores los mantenía a distancia.
La historia se repite sin cesar, y surge en el estado de Coahuila un nuevo líder: Carranza. Este, como muchos otros, otorgaron a la Constitución un lugar preponderante en la guía del "nuevo país" y como Huerta no la valoraba, tampoco el pueblo, según Carranza, tenía el derecho de reconocer a Huerta como su máximo dirigente.
No hace falta numerar cuáles eran los objetivos de este nuevo grupo opuesto al gobierno. Básicamente era lo mismo que años atrás: quitar a uno, postular a otro y que se quede aquél, siempre ha sido así y seguirá siendo así, es nuestro destino, pues lamentablemente es lo que queremos.
Era la Constitución de 1857 la que regía al país, Carranza se ocupó de ello impidiendo alguna que otra intervención extranjera; puntos a su favor, pero no los suficientes como para ganarse la confianza de una nación entera.
Seguían las discrepancias entre los mismos constitucionalistas, pues una vez derrocado Huerta se marcaron mucho más las diferencias entre carrancistas, villistas y zapatistas.
Nunca hubo entendimiento entre Carranza y Zapata, los polos opuestos de la moneda, de la sociedad tal vez. Zapata sólo aspiraba a la justicia, pero entendiéndola como algo abstracto y fuera de nuestro alcance, sólo deseaba una justicia en el campo, veía en la tierra la esperanza tan anhelada, el desarrollo del hombre en sí mismo...eso era lo que él mismo entendía por aquello de "Tierra y Libertad".
Los antes compañeros ahora tomaban rumbos distintos. Quizás el poder cegó a Carranza de sus objetivos iniciales, o la verdad, es que nunca le interesó el bienestar del país, pero digamos que se olvidó un poco de lo referente al campo y la repartición de tierras, que eran el motor de los levantamientos tanto de Villa como de Zapata.
Estaría de más decir lo visionario que fue Carranza al rehacer la antigua constitución y adaptarla a los tiempos venideros. Y es este mismo documento el que ahora se conserva desde aquella época: 1917, 60 años después que su antecesora. Preguntémonos entonces y reflexionemos, si no hará falta una nueva constitución, nada de reformas ni cosas por el estilo, tirar al pasado lo escrito y elaborar algo nuevo.
La ley siempre ha perseguido los mismos fines, la novedad estriba en que éstos nunca se alcanzarán, porque no es conveniente. A un gobierno no le conviene que el pueblo sea educado ni que piense por sí mismo, sería como ahorcarse con la soga que uno mismo teje.
Desde luego que la constitución no a todos favorece, a unos porque tienen y a otros tantos porque carecen de lo que creen tener.
Nadie es monedita de oro como popularmente se dice, y en efecto así sucedió con Carranza, ya que estando por terminar su mandato dio muestras de ser un individuo carente de principios, pues actuó de mala fe al proponer un candidato para la presidencia del país, y si se puede decir, obligando al pueblo entero de apoyarlo. Nada lejos de lo que ahora acostumbramos llamar como "dedazo".
Tal actitud provocó un rechazo en el pueblo, principalmente en el estado de Sonora, donde se comenzaba a escuchar el nombre de Álvaro Obregón, posible sucesor de Carranza, razón de más por la que éste último retirara su total apoyo hacia ese estado en particular, violando de esta manera la misma constitución que con tanto esmero había restablecido.
Volvemos de nueva cuenta al tema de traición y muerte, aunque quizás en este caso se justifica, pues se quita un gran obstáculo en el camino a la democracia como lo era el mismo Carranza. Se estableció la paz por unos momentos con la llegada al poder de Obregón: es aquí donde inicia una época distinta. El país se regiría usando la constitució como norma suprema.
Se respiraban atmósferas de fuerza espiritual tremendas. La misión ahora era levantar al país de los golpes tan duros que había recibido años atrás. Lo importante era comenzar y se hizo de muy buen modo. La educación, el campo, los obreros, todo era primordial para tomar las riendas de un país que se levanta de sus ruinas y que se empeña en progresar. México se abrió al mercado internacional; fue una época dorada en la política de la Nación.
Luego con Calles se continúa la utopía de un México culto, educado y justo. Fue este mismo dirigente quien hizo la famosa reforma de reelección presidencial, siempre y cuando esta no fuera sucesiva, con miras a que Álvaro Obregón fungiera como lo que había sido: el único hombre capaz de sacar a la nación de las tinieblas.
El resultado fue más que obvio, Obregón subiría al poder por segunda ocasión. Sin embargo, y como era de esperarse, surgió la preocupación de aquellos grupos que tenían mucho que perder si se implementaba un gobierno "honrado", manifestando de inmediato su desaprobación con el asesinato del general. Una bala que representó ese deseo mezquino de las clases pudientes, de seguir en el mismo lugar en el que ahora se encuentran. Aburrida historia, nada confusa, pues todo lleva a lo mismo: poder, ambición y sobre todo traición. Se termina con Ávila Camacho el régimen de los generales e inician los períodos civiles con Miguel Alemán en 1946.
Revolución Mexicana, he ahí nuestra historia, no podemos cambiarla, pero sí aprender de ella. Carece de nombre la situación que actualmente vivimos. Se nos han estado ocultando muchas cosas, nos angustia el hecho de hacer algo sin saber cómo empezar. Casi la mitad de mi corta vida, me ha carcomido la duda de saber por qué estamos como estamos. No busco culpables, no los hay. Todos y cada uno de nosotros somos responsables de la vida que nos toca vivir.
Hace diez años nuestro país cayó en un pozo del que aún no ha logrado salir. Nuestro mundo se está cerrando cada vez más. Nosotros, como jóvenes, como mayoría, debemos hacer algo cuanto antes. No promuevo una anarquía, pero sinceramente creo que llegó la hora en que tenemos qué evolucionar cueste lo que cueste. El pueblo merece algo digno, algo humano.
Vivir al día, con un empleo que no nos satisface al cien por ciento porque no hay más de dónde escoger, porque decimos que no se nos brindó la oportunidad de salir adelante, porque se nos mantiene con los ojos vendados hacia una verdad que nos lastima y que a todos nos compete. Corrupción es la ley que nos ampara. Vicente Fox terminó con el partido de la minoría, esto es histórico, pero más histórico aún, sería el que nos ayudáramos unos a otros como lo que somos: una nación con sueños de libertad y de justicia.
Es realmente triste el ver en los distintos medios de comunicación que nuestra situación va empeorando, que muchos de nosotros, por la falta de esperanza quizás, vamos en busca del famoso sueño americano sin saber lo que encontraremos detrás y la mayoría de las veces, sin poder alcanzarlo. O cuando vemos esa multitud de niños que hacen de la calle su único vehículo de aprendizaje, encontrando refugio en las drogas, el pandillerismo, la prostitución...y todo esto existe, lo vemos a diario y no movemos un dedo siquiera, no tanto para remediar, sino tan sólo por ayudar. Estamos hartos de eso que llamamos impunidad, de que la ley tenga prioridades, de que se aplique sólo a quien no tiene con qué defenderse. Es injusto todo esto. Religión, política y narcotráfico, todo es lo mismo, todos quieren el poder, el dinero, el estatus. Nada existe en este lugar, nuestra mentalidad se limita a saber si comeremos en el transcurso de un día, o si estaremos con vida al siguiente. Ya no hay tranquilidad. No es necesario leer la historia para saber lo que una dictadura significa; la estamos viviendo en carne propia. Continuamos siendo el único y más importante medio de manutención de los que algún día nos gobernaron. Seguimos llenando los bolsillos de aquellos que deciden cuáles leyes nos favorecen y cuáles no.
Actualmente se muere por idealista, por pensar en un futuro prometedor, para uno mismo, y para todos. Olvidemos la historia, nada de lo que nos dicen es verdad. No hubo independencia, no hay revolución. La única historia es hoy: luchar por lo que se cree. El vivir bien es un derecho que tenemos como seres humanos. Alcemos nuestra voz, unamos fuerzas y acabemos de una vez por todas con todo esto. No existe un futuro, como tampoco un pasado. Imaginar que hoy es el último día de nuestra existencia, haciendo algo por nosotros mismos y muchas cosas cambiarán, empezando con lo que es justo, y más tarde por lo que es la libertad..."
Don Vasco
(2003)
(Segundo lugar en el "II Certamen de Ensayo sobre la Revolución Mexicana", organizado por la Presidencia Municipal, Secretaría de Educación, Cultura y Deporte Municipal en H. Matamoros, Tamaulipas. 27 de noviembre del 2003)
lunes, 28 de noviembre de 2011
“Democracia: Sistema fallido y revuelta social”
“A río revuelto, ganancia de pescadores”. Refrán popular.
Por: Don Vasco
Opresión en todos los aspectos, reprimendas a quienes se atreven a defender sus derechos, extorsión, corrupción en altos niveles de gobierno y un estado que ha fallado en brindar la seguridad que los ciudadanos requieren para generar un progreso colectivo, es el fiel panorama de la situación actual que se vive en México, país donde la democracia en sí, no resultó ser más que una contradicción.
Lo que se obliga a creer
Sin remontarse a los antecedentes históricos que el término “democracia” encierra, muchos ciudadanos hoy en día responden que el valor del término reside en que todos poseen voz y voto, y que el sufragio es justo, veraz y confiable, y que por lo tanto, México es demócrata porque gobierna el candidato que el pueblo elige. Así de simple.
Pero dista mucho el significado del vocablo, de lo que realmente se lleva a la práctica, pues el “gobierno del pueblo para el pueblo” es una mentira de las más ruines, que está llevando a que el preciado territorio nacional, sea saqueado a raudales, por quienes se dicen representantes legítimos de la ciudadanía.
Democracia para unos cuantos
En términos generales, el término “democracia” se empleó en la antigua Grecia, y se sabe que fue el filósofo Platón quien le dio forma al mismo. Platón aseguraba que todos los ciudadanos tienen el mismo peso en las decisiones que afectan sus vidas, esto es, en la manera en que habría de gobernarse un país.
Cabe hacer mención que no todos se jactaban de poseer la ciudadanía griega, pues mujeres, esclavos, y hombres no aptos para la guerra, no podían aspirar a convertirse en ciudadanos, y por ende, su opinión no importaba en absoluto.
Aunque tal vez resulte un poco fuera de lugar la comparación, cualquiera pudiera atreverse a decir que en México acontece una situación similar en lo que a democracia se refiere. Y no porque se discrimine por un lado a las mujeres, cuya participación en la vida política va cada vez más en aumento, ni a la esclavitud que nuestra Constitución condena, y mucho menos a la discapacidad de cualquier índole. La comparación, o diferencia mejor dicho, estriba en que si en la antigua Grecia, sólo una minoría carecía de capacidad de sufragio, en nuestro país, es la minoría, denominada como clase política, la que malversa el voto ciudadano, usando al pueblo haciéndoles creer que se dirigirá al país por senderos apropiados, y al final el gobierno del pueblo, sólo es un término acuñado de manera momentánea. Los dirigentes políticos de hoy en día sólo se acercan al pueblo para sus propios intereses. La misma historia lo ha constatado.
¿Democracia en México?
La democracia en México siempre ha sido una mentira. No ha existido, ni podrá existir jamás, pues el pueblo nunca ha podido ejercer su voto con pleno derecho. Y no es que el pueblo sea exigente, o que quiera estar a la espera nada más de lo que el gobierno pueda darle. Al contrario. Como ciudadanos, se tiene el derecho a exigir empleo digno, así como vivienda digna también. Oportunidades de educación superior, u oficios. No es una utopía desear que en un país, todos los hombres y mujeres que lo habitan, tengan una profesión, ya sea como técnicos, o con titulación universitaria. Sería lo más deseable, pero no acontece así. Y es la misma constitución la que avala estos derechos que cualquier ciudadano puede exigir.
Por supuesto que así como hay derechos, hay obligaciones. Eso es más que comprensible, pero la deuda que el estado mantiene hacia la población, sobrepasa por mucho, la obligación que uno como ciudadano, debe mantener hacia nuestros gobernantes.
Ciudadanía como medio para lograr un fin
Ciudadanía y democracia son términos que se mezclan a la perfección en época electoral, pues ante la ley, todo residente en el país, mayor de 18 años, y que haya nacido en suelo mexicano, es reconocido como ciudadano. Pero el “ciudadano”, sólo interesa cuando porte su identificación oficial de elector, se dirija a una casilla, y ejerza su derecho al voto. Una vez culminada la acción, ahí termina su ciudadanía, pues deja de interesarle al estado, como bien lo han demostrado infinidad de candidatos electos, que dejan de ser los personajes populares que fingieron ser en un principio, para convertirse después en burócratas que viven a expensas del erario público. Por más escabroso que resulte esta afirmación, es una realidad.
¿Dejar de ser mexicano?
Según nuestra carta magna, nadie puede perder la nacionalidad, de hecho, hasta el delito de traición a la patria, no se encuentra tipificado como tal en la constitución, y por ende, nadie puede dejar de ser ciudadano mexicano, por más delitos que haya cometido. Para ello, existen los llamados Centros de Ejecución de Sanciones, anteriormente Centros de Readaptación Social, para que los “ciudadanos” que hayan delinquido paguen su deuda con el estado. En los Estados Unidos de América, sí se han dado casos en que personas que han cometido delitos de consideración, llegan a perder su ciudadanía. En México, la misma ley que condena a los delincuentes, es la misma que los protege.
Evolucionar o morir
No es de extrañar entonces, que urgen modificaciones “” a nuestra ley mexicana. Tal es el caso de la ya tan cuestionada Guardia Nacional, agrupación a la que “deben” enlistarse los ciudadanos. Es una obligación de los mexicanos pertenecer a ella. Aunque desde el año 1857, aparece en una de las cláusulas, nadie sabe ni qué es la Guardia Nacional, ni para qué sirve, y mucho menos quién la dirige. Pero no por ello deja de ser una obligación.
En los artículos 36 y 38, también se expone una contradicción que nunca ha sido tomada en cuenta por los legisladores. En dichos artículos se habla de la suspensión de la ciudadanía a quienes no se inscriban en un catastro de la municipalidad, donde se debe dar cuenta de la propiedad u ocupación. Por decirle de otro modo, actualmente, quienes no cuentan con propiedades, o con un oficio en particular, su ciudadanía mexicana queda en suspenso hasta que la autoridad lo decida. Situación que hasta donde se tiene conocimiento nunca se ha llevado a la práctica.
Pueblo vs mal gobierno
Otro asunto que pone en duda la aplicación de la democracia en nuestro país, es la destitución de los gobernantes por propia elección del pueblo. “Que la Nación me lo demande”, reclama la Constitución, pero aunque el pueblo demande menos corrupción y mayor seguridad para un mayor bienestar, el estado prefiere hacerse de “oídos sordos” como popularmente se dice, y como ya no necesita del pueblo que alguna vez lo enalteció, pues éste puede seguir demandando lo que desee, al fin y al cabo, en México, la democracia, no es el gobierno del pueblo, sino del que “está arriba”.
Los pocos intentos de revocación de mandato que han sido conocidos no de manera oficial, acaban siempre como simples manifestaciones, y lo que legalmente se posee como un derecho de la ciudadanía, termina como una simple exigencia del pueblo hacia su representante político. O muchas de las veces, el pueblo cae en las redes del soborno. “Ayúdame que yo te ayudaré”, así rezan los políticos en sus campañas, y con ese slogan dominan a quienes aspiran a un empleo, escuela, o simplemente alguna dádiva momentánea. Una vez más la democracia ve manchada su esencia.
En diversos estados de la República, se ha manifestado el pueblo contra sus líderes, exigiendo sean investigados por sus posibles nexos criminales, o por nepotismo, o ya en caso extremo, por su falta de agallas para gobernar, y en la mayoría de los casos, por no decir que en todos, la “voz ciudadana” no tiene ningún poder, no pesa ante la impunidad. Aunque la ciudadanía tenga derecho a manifestarse, no se garantiza que lo que exigen pueda concretarse. Y eso es una flagrante violación a nuestra Carta Magna, que estipula el derecho que como mayoría se posee, para retirar de su cargo a quienes no cumplen con su deber. Si la tierra es para el que la trabaja, la ley es del que la aplica, nada más.
El otro lado de la moneda
Si la clase política pudiera defender la democracia en México (o si quisieran al menos), dirían que estas líneas son un error, producto de algún iletrado y poco conocedor de nuestras leyes, pues la democracia es más que evidente en el Congreso de la Unión, donde día a día se debaten, a “elección popular” las modificaciones la Constitución.
Resulta comprensible que no todos los ciudadanos del país, ingresarán a recintos públicos y ejercerán su voto ante tal o cual ley; para ello eligen representantes, cuya función primordial es interceder por quienes representan, aterrizando recursos federales a sus estados respectivos, y ¿por qué no?, enriquecerse a manos llenas y de manera no muy discreta del erario público, pues es poco el tiempo que se mantiene el estatus, y no hay que dejar de lado el lema de la escuela: “Un político pobre, es un pobre político”.
“Es muy fácil opinar, si no se está en nuestros zapatos, y donde tienes que mantener contentos a numerosos sectores de la sociedad”, podría referir alguno de los señalados, y aunque cabe la posibilidad de que tenga cierta razón en su defensa, no le resta la responsabilidad u obligación de servir a sus conciudadanos, no de servirse a sí mismo, y con “cuchara grande”. Eso no es democracia. Es abuso, prepotencia.
Más allá de un simple voto
Democracia es hacer valer nuestro derecho a elegir. No se puede decir que un país es demócrata sólo porque permite a sus ciudadanos que vociferen o exijan. Es el resultado el que importa.
Resulta inadmisible que nuestro Poder Ejecutivo, sea cada vez más influenciado en sus decisiones relevantes por líderes sindicales, o por empresarios cuyas riquezas contrastan enormemente con la calidad de vida promedio de los mexicanos. Y todo es por mantener ciertas relaciones e intereses, que mantienen al poder, en el poder.
Los acuerdos que nunca llegan
Y si a esto se le agrega que la dirección del país, depende de los acuerdos a que se lleguen entre el presidente manipulado, legisladores con intereses propios, y el sistema judicial mexicano, que cada vez se hunde más en el abismo de la corrupción, huelga decir el futuro que le espera al denominado en su momento “Cuerno de la Abundancia”.
¿Podría hablarse de democracia en un país cuyos miembros pertenecientes a minorías religiosas, o de etnias autóctonas se abstienen de votar? ¿Porque no ha sido posible llegar a acuerdos reales con estos sectores de la sociedad, y que sea considerado su voto como el de cualquier ciudadano, que no por pertenecer a los grupos en mención, pierden sus derechos como tales? No existe democracia en un lugar que intenta acercar a los pueblos indígenas a la “civilización”, a sabiendas de perder todo un legado de tradición histórica y cultural. Solamente porque el estado ve a los ciudadanos, como votos nada más. No interesan. Salvo su voto. Por eso es que se dice que muchas veces no conviene gobernar un pueblo pensante. La clase política ama la ignorancia, porque es maleable y fácil de dirigir.
Mejora en la educación
Aquí se toca otro tema de interés dentro del marco demócrata que se intenta exponer en estas líneas: la educación. Como ciudadanos, miembros de una sociedad, tenemos derecho a una educación de calidad que el Estado debe aportar de manera gratuita en su nivel básico.
Obligatoria, laica y gratuita, como dicta nuestro artículo 3º, y mismo que ha sido blanco de numerosas injurias que no se tratarán en este momento, como serían las cuotas escolares que se cobran al inicio de cada ciclo, que no es el Estado quien impone este reglamento “intra muros”, sino la sociedad de padres de familia que impera en el plantel.
Siempre se ha mantenido la educación pública en México, al margen de cualquier connotación religiosa, aunque destacan los casos de intolerancia, donde alumnos reclaman su derecho a estudiar, pese a profesar religiones que no permiten la veneración de los lábaros patrios, por un lado, mientras que por el otro, la decisión de los directivos de sancionar con la expulsión definitiva a los estudiantes que no sigan el protocolo de respetar los símbolos nacionales como la bandera y el himno.
Sindicalismo y retroceso
Actualmente el rezago educativo en el país, ha sido motivo de alarma para los pedagogos, quienes han defendido a capa y espada una reforma educativa, misma que debería pasar por el filtro de los estatutos demócratas, pero que grupos “fuertes”, como son los sindicatos se niegan a revisar siquiera, pues sería el final de quienes viven a costa de cuotas sindicales y de apoyos que el Gobierno Federal destina para mejora de la educación, y que rara vez se ven avances considerables en este rubro.
Pocas oportunidades de empleo
De igual manera, un sistema donde la democracia se hace valer, avala el hecho de que cada ciudadano merece un trabajo digno, en referencia a que no atente contra su integridad como ser humano. La realidad en nuestro país, va mucho más allá. Cada vez más se respira en el ambiente la frustración colectiva de quienes teniendo título bajo el brazo, son contratados en empleos poco estables e incluso informales, con salarios que rondan entre los cuatro mil, y seis mil pesos al mes. Salarios que también se les otorga a personas que sólo lograron culminar su educación media superior. No existe una distinción entre quienes terminan la preparatoria y quienes cuentan con una licenciatura o ingeniería. Es deprimente la situación. Hasta hace unas semanas, el propio presidente de la Nación, instó a los jóvenes para que optaran por carreras técnicas, pues éstas tendrían una mayor demanda dentro del mercado laboral, no así los licenciados, que se enfrentarían al egresar, con el triste panorama de que no hay oportunidad de empleo.
También merece especial atención la seguridad en el trabajo, y el servicio médico, y un salario que pueda solventar los gastos que se generan en un modo de vida decente, nunca precaria.
Las condiciones en que aún se labora en muchos lugares del país, son muestra inequívoca de que algo no se está cumpliendo, algún estatuto no se está respetando, y que la democracia no está resultando como aparentó ser en un principio. No prestaciones, salarios miserables y jornadas extenuantes, dan pie a que el ciudadano común y corriente se pregunte, si para eso se empleó su voto.
Empezar por uno mismo
Aunque resulte difícil de aceptar, cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Si la democracia ha fallado en México, si los gobernantes no han sido destituidos de sus puestos, y las pocas oportunidades que se tienen de salir adelante son cada vez más distantes, ha sido porque la ciudadanía se halla en un status de confort. Quiere otros líderes, pero no se organiza para elegirlos. Quiere mejores condiciones en el trabajo y en el hogar, pero no aporta propuestas novedosas. Así seguirá la vida en el país hasta que no se tome la decisión de despertar.
No se trata en absoluto de promover una anarquía, un golpe de estado ni mucho menos. Sin duda que un pueblo educado, equivale a decir que un pueblo cuenta con desarrollo económico, y su tasa de delitos no es tan alta como en otros lugares donde se aminora la importancia de la educación.
Todos los ciudadanos mexicanos merecen una educación. No es la falta de infraestructura el principal obstáculo a vencer, es el deseo de servir. El Estado nunca se ha interesado en preparar triunfadores. Esto se ve reflejado en la denominada fuga de cerebros: jóvenes brillantes y con futuro prometedor en lo que a investigación se refiere, pero que se ven obligados a salir de su país natal, en busca de apoyo económico. Porque a la democracia del país, sí le interesa la educación, pero sólo en los niveles no muy altos. En los niveles donde es posible seguir imponiendo esa mentalidad donde las cosas así son, así deben ser, y así se deben de quedar.
El acceso a la educación no debería limitarse a ciertos sectores de la población. La globalización cada vez permite los estudios a distancia. Mientras que el país decide donde edificar más planteles, la calidad de los docentes deja mucho que desear, y el mundo restante aplica estudios en línea, donde el equipo y asesoría es aportación del Estado.
Punto a considerar, entre quienes aspiran a que sea un sistema equitativo y justo el que tome las riendas del país, y no el de la sucia democracia que según se dice, dirige la nación.
Situación complicada
México está entrando en una etapa de su historia que difícilmente podrá ser olvidada por quienes la viven en carne propia. Ciudadanos que eligen líderes non gratos, profesionistas sin esperanzas de encontrar empleo, corrupción que se destila por doquier. Muchos han perdido la esperanza de que esto finalice algún día. Otros creen que es sólo una mala racha, que culminará el día de las elecciones, cuando el poder reinante, acabe su mandato, y permita el ingreso de la oposición. Los demás no tienen fe, ni en lo uno ni en lo otro. Sólo buscan sobrevivir.
El país requiere de gente comprometida. Pero, ¿dónde encontrarla, si cada año se incrementa la cantidad de jóvenes entre 14 y 29 años, que abandonan los estudios, y no logran encontrar un empleo estable? ¿Qué compromiso habrá entre quienes van sin rumbo por la vida, sin personas mayores, padres o tutores, que les aconsejen al menos sobre la importancia de la educación?
Esta no es la democracia que nos hace estar orgullosos de nuestro país. La ciudadanía no exige nada más. También desea aportar. Para eso está la democracia, para que el pueblo tenga voz ante los gobernantes. Lo malo de la democracia en el país, es que se trata sólo de un paliativo. Es algo que se le hace creer a la gente que existe, para que siga viviendo como lo ha estado haciendo. Para que no proteste, para que siga bajando la cabeza y permitiendo que gobiernos desechables abusen de forma autoritaria contra sus derechos ciudadanos.
Gobiernos sin ética ni moral
De que faltan políticas públicas en México es un hecho. Pero los gobernantes no desean hacerlas, porque no interesa. Ellos están bien. La clase política se encuentra bien. Es la opulencia contra la carencia de la mayoría. Es la paradoja de la vida. Es buena la pobreza, no se pretende erradicarla, mucho menos condenarla. Lo que se intenta demostrar con este escrito es que el término democracia, nunca se ha aplicado en nuestro país. El hecho de votar, no decide el rumbo de un país. Basta conocer los intereses que lo rigen. En este caso es la impunidad y la corrupción. Sexenios atrás han demostrado que México es un país donde “no pasa nada”. Pueden explotar los recursos naturales que el territorio posee, justo frente a nuestras narices, y no pasa nada. Pueden olvidarse nuestros gobernantes de que un día se les eligió para que intercedieran por las necesidades de la población, y no pasa nada. Podemos tener un representante nacional que se jacta de haber creado más y mejores empleos en toda la historia nacional, en contraste con la realidad de empleos mal remunerados y poco estables. Y aun así, no pasa nada.
No se pretende alertar a la población. Tampoco se intenta generar apatía, ira o tristeza hacia un sistema político que enarbola el estandarte de la democracia, pero sólo como medio para alcanzar un fin. La realidad habla por sí sola.
Urge reconstruir el tejido social, y hay que ofrecer condiciones equitativas de desarrollo. Esa es la democracia a la que se aspira. Democracia es igualdad. En México no la hay. Para lamentación de muchos que aspiran a un ideal.
No es de extrañar que la población se encuentre al borde de un estallido social. La búsqueda de la democracia está gestándose apenas en el país. Otros países ya han pasado por esta etapa en su historia, y la democracia real, la democracia equitativa y justa, ha salido airosa. Pero se requiere la unión. El pueblo se está cansando. No es posible que quienes son elegidos como la esperanza de desarrollo, son a fin de cuentas quienes traicionan la fe de quienes los apoyaron. No es posible que nuestra Carta Magna sea el documento más manipulado, para obtener favores como la impunidad para los “altos mandos”.
Basta esperar a que el grito de guerra empiece a escucharse en el pecho de cada ciudadano. El pueblo está dispuesto a llevar a cuestas las consecuencias de sus actos. No hay nada por qué temer.
(Constancia de participación en el Décimo Segundo Certamen de Ensayo Político, organizado por la Comisión Estatal Electoral Nuevo León. 16 de diciembre del 2011).
Por: Don Vasco
Opresión en todos los aspectos, reprimendas a quienes se atreven a defender sus derechos, extorsión, corrupción en altos niveles de gobierno y un estado que ha fallado en brindar la seguridad que los ciudadanos requieren para generar un progreso colectivo, es el fiel panorama de la situación actual que se vive en México, país donde la democracia en sí, no resultó ser más que una contradicción.
Lo que se obliga a creer
Sin remontarse a los antecedentes históricos que el término “democracia” encierra, muchos ciudadanos hoy en día responden que el valor del término reside en que todos poseen voz y voto, y que el sufragio es justo, veraz y confiable, y que por lo tanto, México es demócrata porque gobierna el candidato que el pueblo elige. Así de simple.
Pero dista mucho el significado del vocablo, de lo que realmente se lleva a la práctica, pues el “gobierno del pueblo para el pueblo” es una mentira de las más ruines, que está llevando a que el preciado territorio nacional, sea saqueado a raudales, por quienes se dicen representantes legítimos de la ciudadanía.
Democracia para unos cuantos
En términos generales, el término “democracia” se empleó en la antigua Grecia, y se sabe que fue el filósofo Platón quien le dio forma al mismo. Platón aseguraba que todos los ciudadanos tienen el mismo peso en las decisiones que afectan sus vidas, esto es, en la manera en que habría de gobernarse un país.
Cabe hacer mención que no todos se jactaban de poseer la ciudadanía griega, pues mujeres, esclavos, y hombres no aptos para la guerra, no podían aspirar a convertirse en ciudadanos, y por ende, su opinión no importaba en absoluto.
Aunque tal vez resulte un poco fuera de lugar la comparación, cualquiera pudiera atreverse a decir que en México acontece una situación similar en lo que a democracia se refiere. Y no porque se discrimine por un lado a las mujeres, cuya participación en la vida política va cada vez más en aumento, ni a la esclavitud que nuestra Constitución condena, y mucho menos a la discapacidad de cualquier índole. La comparación, o diferencia mejor dicho, estriba en que si en la antigua Grecia, sólo una minoría carecía de capacidad de sufragio, en nuestro país, es la minoría, denominada como clase política, la que malversa el voto ciudadano, usando al pueblo haciéndoles creer que se dirigirá al país por senderos apropiados, y al final el gobierno del pueblo, sólo es un término acuñado de manera momentánea. Los dirigentes políticos de hoy en día sólo se acercan al pueblo para sus propios intereses. La misma historia lo ha constatado.
¿Democracia en México?
La democracia en México siempre ha sido una mentira. No ha existido, ni podrá existir jamás, pues el pueblo nunca ha podido ejercer su voto con pleno derecho. Y no es que el pueblo sea exigente, o que quiera estar a la espera nada más de lo que el gobierno pueda darle. Al contrario. Como ciudadanos, se tiene el derecho a exigir empleo digno, así como vivienda digna también. Oportunidades de educación superior, u oficios. No es una utopía desear que en un país, todos los hombres y mujeres que lo habitan, tengan una profesión, ya sea como técnicos, o con titulación universitaria. Sería lo más deseable, pero no acontece así. Y es la misma constitución la que avala estos derechos que cualquier ciudadano puede exigir.
Por supuesto que así como hay derechos, hay obligaciones. Eso es más que comprensible, pero la deuda que el estado mantiene hacia la población, sobrepasa por mucho, la obligación que uno como ciudadano, debe mantener hacia nuestros gobernantes.
Ciudadanía como medio para lograr un fin
Ciudadanía y democracia son términos que se mezclan a la perfección en época electoral, pues ante la ley, todo residente en el país, mayor de 18 años, y que haya nacido en suelo mexicano, es reconocido como ciudadano. Pero el “ciudadano”, sólo interesa cuando porte su identificación oficial de elector, se dirija a una casilla, y ejerza su derecho al voto. Una vez culminada la acción, ahí termina su ciudadanía, pues deja de interesarle al estado, como bien lo han demostrado infinidad de candidatos electos, que dejan de ser los personajes populares que fingieron ser en un principio, para convertirse después en burócratas que viven a expensas del erario público. Por más escabroso que resulte esta afirmación, es una realidad.
¿Dejar de ser mexicano?
Según nuestra carta magna, nadie puede perder la nacionalidad, de hecho, hasta el delito de traición a la patria, no se encuentra tipificado como tal en la constitución, y por ende, nadie puede dejar de ser ciudadano mexicano, por más delitos que haya cometido. Para ello, existen los llamados Centros de Ejecución de Sanciones, anteriormente Centros de Readaptación Social, para que los “ciudadanos” que hayan delinquido paguen su deuda con el estado. En los Estados Unidos de América, sí se han dado casos en que personas que han cometido delitos de consideración, llegan a perder su ciudadanía. En México, la misma ley que condena a los delincuentes, es la misma que los protege.
Evolucionar o morir
No es de extrañar entonces, que urgen modificaciones “” a nuestra ley mexicana. Tal es el caso de la ya tan cuestionada Guardia Nacional, agrupación a la que “deben” enlistarse los ciudadanos. Es una obligación de los mexicanos pertenecer a ella. Aunque desde el año 1857, aparece en una de las cláusulas, nadie sabe ni qué es la Guardia Nacional, ni para qué sirve, y mucho menos quién la dirige. Pero no por ello deja de ser una obligación.
En los artículos 36 y 38, también se expone una contradicción que nunca ha sido tomada en cuenta por los legisladores. En dichos artículos se habla de la suspensión de la ciudadanía a quienes no se inscriban en un catastro de la municipalidad, donde se debe dar cuenta de la propiedad u ocupación. Por decirle de otro modo, actualmente, quienes no cuentan con propiedades, o con un oficio en particular, su ciudadanía mexicana queda en suspenso hasta que la autoridad lo decida. Situación que hasta donde se tiene conocimiento nunca se ha llevado a la práctica.
Pueblo vs mal gobierno
Otro asunto que pone en duda la aplicación de la democracia en nuestro país, es la destitución de los gobernantes por propia elección del pueblo. “Que la Nación me lo demande”, reclama la Constitución, pero aunque el pueblo demande menos corrupción y mayor seguridad para un mayor bienestar, el estado prefiere hacerse de “oídos sordos” como popularmente se dice, y como ya no necesita del pueblo que alguna vez lo enalteció, pues éste puede seguir demandando lo que desee, al fin y al cabo, en México, la democracia, no es el gobierno del pueblo, sino del que “está arriba”.
Los pocos intentos de revocación de mandato que han sido conocidos no de manera oficial, acaban siempre como simples manifestaciones, y lo que legalmente se posee como un derecho de la ciudadanía, termina como una simple exigencia del pueblo hacia su representante político. O muchas de las veces, el pueblo cae en las redes del soborno. “Ayúdame que yo te ayudaré”, así rezan los políticos en sus campañas, y con ese slogan dominan a quienes aspiran a un empleo, escuela, o simplemente alguna dádiva momentánea. Una vez más la democracia ve manchada su esencia.
En diversos estados de la República, se ha manifestado el pueblo contra sus líderes, exigiendo sean investigados por sus posibles nexos criminales, o por nepotismo, o ya en caso extremo, por su falta de agallas para gobernar, y en la mayoría de los casos, por no decir que en todos, la “voz ciudadana” no tiene ningún poder, no pesa ante la impunidad. Aunque la ciudadanía tenga derecho a manifestarse, no se garantiza que lo que exigen pueda concretarse. Y eso es una flagrante violación a nuestra Carta Magna, que estipula el derecho que como mayoría se posee, para retirar de su cargo a quienes no cumplen con su deber. Si la tierra es para el que la trabaja, la ley es del que la aplica, nada más.
El otro lado de la moneda
Si la clase política pudiera defender la democracia en México (o si quisieran al menos), dirían que estas líneas son un error, producto de algún iletrado y poco conocedor de nuestras leyes, pues la democracia es más que evidente en el Congreso de la Unión, donde día a día se debaten, a “elección popular” las modificaciones la Constitución.
Resulta comprensible que no todos los ciudadanos del país, ingresarán a recintos públicos y ejercerán su voto ante tal o cual ley; para ello eligen representantes, cuya función primordial es interceder por quienes representan, aterrizando recursos federales a sus estados respectivos, y ¿por qué no?, enriquecerse a manos llenas y de manera no muy discreta del erario público, pues es poco el tiempo que se mantiene el estatus, y no hay que dejar de lado el lema de la escuela: “Un político pobre, es un pobre político”.
“Es muy fácil opinar, si no se está en nuestros zapatos, y donde tienes que mantener contentos a numerosos sectores de la sociedad”, podría referir alguno de los señalados, y aunque cabe la posibilidad de que tenga cierta razón en su defensa, no le resta la responsabilidad u obligación de servir a sus conciudadanos, no de servirse a sí mismo, y con “cuchara grande”. Eso no es democracia. Es abuso, prepotencia.
Más allá de un simple voto
Democracia es hacer valer nuestro derecho a elegir. No se puede decir que un país es demócrata sólo porque permite a sus ciudadanos que vociferen o exijan. Es el resultado el que importa.
Resulta inadmisible que nuestro Poder Ejecutivo, sea cada vez más influenciado en sus decisiones relevantes por líderes sindicales, o por empresarios cuyas riquezas contrastan enormemente con la calidad de vida promedio de los mexicanos. Y todo es por mantener ciertas relaciones e intereses, que mantienen al poder, en el poder.
Los acuerdos que nunca llegan
Y si a esto se le agrega que la dirección del país, depende de los acuerdos a que se lleguen entre el presidente manipulado, legisladores con intereses propios, y el sistema judicial mexicano, que cada vez se hunde más en el abismo de la corrupción, huelga decir el futuro que le espera al denominado en su momento “Cuerno de la Abundancia”.
¿Podría hablarse de democracia en un país cuyos miembros pertenecientes a minorías religiosas, o de etnias autóctonas se abstienen de votar? ¿Porque no ha sido posible llegar a acuerdos reales con estos sectores de la sociedad, y que sea considerado su voto como el de cualquier ciudadano, que no por pertenecer a los grupos en mención, pierden sus derechos como tales? No existe democracia en un lugar que intenta acercar a los pueblos indígenas a la “civilización”, a sabiendas de perder todo un legado de tradición histórica y cultural. Solamente porque el estado ve a los ciudadanos, como votos nada más. No interesan. Salvo su voto. Por eso es que se dice que muchas veces no conviene gobernar un pueblo pensante. La clase política ama la ignorancia, porque es maleable y fácil de dirigir.
Mejora en la educación
Aquí se toca otro tema de interés dentro del marco demócrata que se intenta exponer en estas líneas: la educación. Como ciudadanos, miembros de una sociedad, tenemos derecho a una educación de calidad que el Estado debe aportar de manera gratuita en su nivel básico.
Obligatoria, laica y gratuita, como dicta nuestro artículo 3º, y mismo que ha sido blanco de numerosas injurias que no se tratarán en este momento, como serían las cuotas escolares que se cobran al inicio de cada ciclo, que no es el Estado quien impone este reglamento “intra muros”, sino la sociedad de padres de familia que impera en el plantel.
Siempre se ha mantenido la educación pública en México, al margen de cualquier connotación religiosa, aunque destacan los casos de intolerancia, donde alumnos reclaman su derecho a estudiar, pese a profesar religiones que no permiten la veneración de los lábaros patrios, por un lado, mientras que por el otro, la decisión de los directivos de sancionar con la expulsión definitiva a los estudiantes que no sigan el protocolo de respetar los símbolos nacionales como la bandera y el himno.
Sindicalismo y retroceso
Actualmente el rezago educativo en el país, ha sido motivo de alarma para los pedagogos, quienes han defendido a capa y espada una reforma educativa, misma que debería pasar por el filtro de los estatutos demócratas, pero que grupos “fuertes”, como son los sindicatos se niegan a revisar siquiera, pues sería el final de quienes viven a costa de cuotas sindicales y de apoyos que el Gobierno Federal destina para mejora de la educación, y que rara vez se ven avances considerables en este rubro.
Pocas oportunidades de empleo
De igual manera, un sistema donde la democracia se hace valer, avala el hecho de que cada ciudadano merece un trabajo digno, en referencia a que no atente contra su integridad como ser humano. La realidad en nuestro país, va mucho más allá. Cada vez más se respira en el ambiente la frustración colectiva de quienes teniendo título bajo el brazo, son contratados en empleos poco estables e incluso informales, con salarios que rondan entre los cuatro mil, y seis mil pesos al mes. Salarios que también se les otorga a personas que sólo lograron culminar su educación media superior. No existe una distinción entre quienes terminan la preparatoria y quienes cuentan con una licenciatura o ingeniería. Es deprimente la situación. Hasta hace unas semanas, el propio presidente de la Nación, instó a los jóvenes para que optaran por carreras técnicas, pues éstas tendrían una mayor demanda dentro del mercado laboral, no así los licenciados, que se enfrentarían al egresar, con el triste panorama de que no hay oportunidad de empleo.
También merece especial atención la seguridad en el trabajo, y el servicio médico, y un salario que pueda solventar los gastos que se generan en un modo de vida decente, nunca precaria.
Las condiciones en que aún se labora en muchos lugares del país, son muestra inequívoca de que algo no se está cumpliendo, algún estatuto no se está respetando, y que la democracia no está resultando como aparentó ser en un principio. No prestaciones, salarios miserables y jornadas extenuantes, dan pie a que el ciudadano común y corriente se pregunte, si para eso se empleó su voto.
Empezar por uno mismo
Aunque resulte difícil de aceptar, cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Si la democracia ha fallado en México, si los gobernantes no han sido destituidos de sus puestos, y las pocas oportunidades que se tienen de salir adelante son cada vez más distantes, ha sido porque la ciudadanía se halla en un status de confort. Quiere otros líderes, pero no se organiza para elegirlos. Quiere mejores condiciones en el trabajo y en el hogar, pero no aporta propuestas novedosas. Así seguirá la vida en el país hasta que no se tome la decisión de despertar.
No se trata en absoluto de promover una anarquía, un golpe de estado ni mucho menos. Sin duda que un pueblo educado, equivale a decir que un pueblo cuenta con desarrollo económico, y su tasa de delitos no es tan alta como en otros lugares donde se aminora la importancia de la educación.
Todos los ciudadanos mexicanos merecen una educación. No es la falta de infraestructura el principal obstáculo a vencer, es el deseo de servir. El Estado nunca se ha interesado en preparar triunfadores. Esto se ve reflejado en la denominada fuga de cerebros: jóvenes brillantes y con futuro prometedor en lo que a investigación se refiere, pero que se ven obligados a salir de su país natal, en busca de apoyo económico. Porque a la democracia del país, sí le interesa la educación, pero sólo en los niveles no muy altos. En los niveles donde es posible seguir imponiendo esa mentalidad donde las cosas así son, así deben ser, y así se deben de quedar.
El acceso a la educación no debería limitarse a ciertos sectores de la población. La globalización cada vez permite los estudios a distancia. Mientras que el país decide donde edificar más planteles, la calidad de los docentes deja mucho que desear, y el mundo restante aplica estudios en línea, donde el equipo y asesoría es aportación del Estado.
Punto a considerar, entre quienes aspiran a que sea un sistema equitativo y justo el que tome las riendas del país, y no el de la sucia democracia que según se dice, dirige la nación.
Situación complicada
México está entrando en una etapa de su historia que difícilmente podrá ser olvidada por quienes la viven en carne propia. Ciudadanos que eligen líderes non gratos, profesionistas sin esperanzas de encontrar empleo, corrupción que se destila por doquier. Muchos han perdido la esperanza de que esto finalice algún día. Otros creen que es sólo una mala racha, que culminará el día de las elecciones, cuando el poder reinante, acabe su mandato, y permita el ingreso de la oposición. Los demás no tienen fe, ni en lo uno ni en lo otro. Sólo buscan sobrevivir.
El país requiere de gente comprometida. Pero, ¿dónde encontrarla, si cada año se incrementa la cantidad de jóvenes entre 14 y 29 años, que abandonan los estudios, y no logran encontrar un empleo estable? ¿Qué compromiso habrá entre quienes van sin rumbo por la vida, sin personas mayores, padres o tutores, que les aconsejen al menos sobre la importancia de la educación?
Esta no es la democracia que nos hace estar orgullosos de nuestro país. La ciudadanía no exige nada más. También desea aportar. Para eso está la democracia, para que el pueblo tenga voz ante los gobernantes. Lo malo de la democracia en el país, es que se trata sólo de un paliativo. Es algo que se le hace creer a la gente que existe, para que siga viviendo como lo ha estado haciendo. Para que no proteste, para que siga bajando la cabeza y permitiendo que gobiernos desechables abusen de forma autoritaria contra sus derechos ciudadanos.
Gobiernos sin ética ni moral
De que faltan políticas públicas en México es un hecho. Pero los gobernantes no desean hacerlas, porque no interesa. Ellos están bien. La clase política se encuentra bien. Es la opulencia contra la carencia de la mayoría. Es la paradoja de la vida. Es buena la pobreza, no se pretende erradicarla, mucho menos condenarla. Lo que se intenta demostrar con este escrito es que el término democracia, nunca se ha aplicado en nuestro país. El hecho de votar, no decide el rumbo de un país. Basta conocer los intereses que lo rigen. En este caso es la impunidad y la corrupción. Sexenios atrás han demostrado que México es un país donde “no pasa nada”. Pueden explotar los recursos naturales que el territorio posee, justo frente a nuestras narices, y no pasa nada. Pueden olvidarse nuestros gobernantes de que un día se les eligió para que intercedieran por las necesidades de la población, y no pasa nada. Podemos tener un representante nacional que se jacta de haber creado más y mejores empleos en toda la historia nacional, en contraste con la realidad de empleos mal remunerados y poco estables. Y aun así, no pasa nada.
No se pretende alertar a la población. Tampoco se intenta generar apatía, ira o tristeza hacia un sistema político que enarbola el estandarte de la democracia, pero sólo como medio para alcanzar un fin. La realidad habla por sí sola.
Urge reconstruir el tejido social, y hay que ofrecer condiciones equitativas de desarrollo. Esa es la democracia a la que se aspira. Democracia es igualdad. En México no la hay. Para lamentación de muchos que aspiran a un ideal.
No es de extrañar que la población se encuentre al borde de un estallido social. La búsqueda de la democracia está gestándose apenas en el país. Otros países ya han pasado por esta etapa en su historia, y la democracia real, la democracia equitativa y justa, ha salido airosa. Pero se requiere la unión. El pueblo se está cansando. No es posible que quienes son elegidos como la esperanza de desarrollo, son a fin de cuentas quienes traicionan la fe de quienes los apoyaron. No es posible que nuestra Carta Magna sea el documento más manipulado, para obtener favores como la impunidad para los “altos mandos”.
Basta esperar a que el grito de guerra empiece a escucharse en el pecho de cada ciudadano. El pueblo está dispuesto a llevar a cuestas las consecuencias de sus actos. No hay nada por qué temer.
(Constancia de participación en el Décimo Segundo Certamen de Ensayo Político, organizado por la Comisión Estatal Electoral Nuevo León. 16 de diciembre del 2011).
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